DELANTE DE TUS NARICES

Calles, lápidas y fantasmas

Daniel Gascón

Daniel Gascón

Hace unos días, el catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Oviedo Miguel Ángel Presno Linera, que participaba en un congreso organizado por la fundación Manuel Giménez Abad, tuiteaba que «en Zaragoza, la concepción de la calle como un espacio para el ejercicio de derechos fundamentales, su dimensión objetiva y su garantía están institucionalizadas e interconectadas: la calle Manifestación hace esquina con la plaza El Justicia». En Las lápidas de la memoria (La Cadiera) José Luis Melero publica un «informe presentado al Excmo. Ayuntamiento de Zaragoza para la colocación de placas en la ciudad». El inventario es un ejercicio bello y valioso, lleno de afecto, erudición y humor, donde Melero traza semblanzas de muchos personajes y propone una ubicación y una redacción de la placa en su honor. Pasea por libros y calles y establece una conexión entre el pasado y un futuro posible: tiene que ver con la memoria como conocimiento y no como instrumento de partido; habla también de la construcción de un imaginario. Aparecen Clarín, Buñuel, Baroja, José Oto, María Moliner, Pilar Lorengar, Ildefonso Manuel Gil, Inocencio Ruiz, María de Ávila, el café Niké, Gina Lollobrigida, Tyrone Power y George Sanders, María Antonia Zorraquino o Juan Manuel Sánchez. Entre los personajes que cita Melero están Sergio Algora y Félix Romeo. Los dos –como Giménez Abad– figuran en El imperio de las luces, con el que Octavio Gómez Milián ha obtenido el XXXII Premio Isabel de Portugal de la DPZ. Como el informe de Melero, tiene algo de libro de fantasmas. A medio camino entre la colección de cuentos y la novela, transcurre en una zona fronteriza entre Aragón y Castilla, cuyo verdadero acento, explica el narrador, el acento del Este de Europa. Aparecen la guerra civil y Luis Ocaña, la idea de ser hijo y la idea de ser padre, Chodes y el rodaje de Réquiem por un campesino español.

Gómez Milián tiene una poética personal y fetichista, sentimental y mitómana, alucinada y emocionante; aquí hay un paso a la madurez, sin perder la capacidad de fascinarse y el placer de la admiración. Combina a Gistaín con Ginsberg, las Crónicas de motel con Discothèque, a Cela y Fernando Navarro con Fofito y Wim Wenders. Recrea el viaje de Félix Romeo e Ismael Grasa a Soria en busca de Peter Handke. Octavio aparece en el cuento, mientras los dos viajan y paran en cafeterías y gasolineras. Félix Romeo habla de una novela distópica y anticipa un momento donde todos nos guiaremos por teléfonos móviles y no sabremos los nombres de las calles y Gómez Milián cita una canción de Algora: «Aunque nos creamos especiales todos preguntamos los nombres de las calles». Por un momento me parece ver a Félix ahí delante, removiendo los hielos de un café.

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