DESDE TOLVA

La rebelión cateta

Sergio Ruiz Antorán

Sergio Ruiz Antorán

Cateto. Palurdo. Pueblerino. Paleto. Retendrán esa imagen en la cabeza. Ese enjuto señor llegando a la gran ciudad desde «provincias» con la cesta bajo el brazo, boina enroscada y la gallina aleteando para soltarse del puño. Algún listo atisba al pardillo. Recordarán la película Tramposos, esa en la que el genial Tony Leblanc le colaba el timo de la estampita a un ingenuo cateto.

Pensarán que esas cosas pasaron, que ahora son otros tiempos. Los atracos siguen y son más sibilinos. Por ejemplo, ahora, para entrar en las grandes ciudades, por no contaminar, que ya me parece bien, hay restricciones. Que si no lo sabes y te cuelas, multa. Por pardillo. Para incentivar el transporte público y el buga eléctrico, repito, lo apoyo. Pero. Exculpados están los empadronados urbanitas, con pegatina en el auto para evaluar la mierda que tira el tubo de escape para la otra boina, la suya, la de contaminación. Que esa es para todos: que si las sucias industrias de los países que pasan de todo, que si el aumento del transporte aéreo, que si la gestión de los crecientes residuos, que si los plásticos, que si tala de las selvas, que si la peste de plaguicidas y herbicidas, que si las radiaciones ionizantes, que si los ríos cargados de nitratos y venenos...

Esta semana, a modo de enorme homenaje, que en Tolva hemos celebrado con un día de fiesta y sacrificando tres ovejas y un gamusino, el alcalde de Madrid, el heredero de Carmena en cargo, que no en valores, anunció que en el kilómetro cero de la Puerta del Sol lucirán el nombre de todas las provincias, porque Madrid acoge a todos.

¿Acoge? Madrid no acoge. Madrid fagocita. Madrid, Barcelona, Zaragoza. Tampoco ellas. Fagocita ese sistema desigual en el que las grandes urbes son el paradigma de la producción y consumo masivo, ese en el que unos compran bebés y otros los paren, a unos nos plantan placas y molinos y otros se enchufan a la luz y los beneficios, donde se abduce población para malvivir en la precariedad, unos nos comemos los purines para que otros tengan una bandeja de chuletas de cerdo baratitas, porque la sequía y el incendio no pasa por las urbanizaciones con piscina y campo de golf, donde se mutila el paisaje para tu ocio pasajero, donde el campo sigue siendo gregario del cemento.

Quizá en Tolba, y en todos los pueblos, deberíamos pensar en poner barreras en las carreteras para, si no tienes pegatinita rural, cuando venga uno de la capital a contaminar y okupar, quiera pasar para ir al resort, pague el impuesto por tanto que damos a cambio de tan poco, que quizá hay que irse quitando la boina y empezar la rebelión de los catetos.

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