COSAS QUE PASAN

Tamames y Yolanda

Margarita Barbáchano

Margarita Barbáchano

Como desquite por haber seguido la reciente moción de censura contra el gobierno de Pedro Sánchez no me privo de comentar aquí, a toro pasado, algunos aspectos visuales de la sesión. Todavía me pregunto cómo y por qué se metió el jinete abanderado de Vox, Santiago Abascal, en semejante jardín o mejor dicho, selva, donde iba a perder hasta la camisa. Y esos 52 diputados de Vox también. Claro que perdieron, hasta la vergüenza. La sesión se convirtió desde el minuto uno en un esperpento. En un espectáculo grotesco de la política en el que se demostró que este partido de ultraderecha carece de inteligencia y le sobra mucha ambición y por supuesto visión de la jugada. Vamos, que el tiro le salió por la culata.

Ver las caras del anciano Ramón Tamames, candidato a la presidencia del Gobierno de España, mientras Pedro Sánchez usaba su turno de contestación, era la viva imagen de la impotencia y del absurdo. Daban ganas de cogerle del bracete y acompañarle a la salida para evitar el escarnio de contemplar sus gestos anonadados, captados en primer plano por las cámaras. Como no podía ser de otra forma, porque él era el protagonista. Su vanidad y ambición han sido tan grandes que no supo o no quiso o fue incapaz de intuir el ridículo en el que podía caer.

Bueno, él y todo el partido que firmó la moción utilizando de títere a un anciano de ambición desproporcionada. A mí me daba hasta pena ver esos ojos de incredulidad como pidiendo ayuda para que terminara la farsa. ¿A quién? Porque su valedor, Abascal, que lo tenía sentado a su lado, no se canteaba. Como si el asunto no fuera con él. Prietas las filas aunque caigan chuzos de punta, debía pensar.

Pero lo peor llegó cuando vino la caballería ligera en forma de vicepresidenta segunda del Gobierno, vestida impecable de blanco y derrochando seguridad. Yolanda Diaz fue implacable con el candidato, profesor Tamames. Le llamaba así, con ironía, cuando le corregía una y otra vez las cifras que se sacaba de la manga, todas equivocadas, seguidas de su consabido «etc., etc., etc.». La política gallega demostró una vez más ser una excelente parlamentaria blandiendo sus armas: memoria, talento, cortesía y astucia. Sabía que era su momento y lo aprovechó. Pedro y Yolanda se repartieron sus papeles con acierto: el presidente estuvo respetuoso con la senectud del candidato a la nada. Por momentos hasta cariñoso con ese hombre equivocado en todo, que se dejó adular por unos novatos y a la vez trasnochados políticos que quieren ver a España en blanco y negro. Otra vez. Y como no tienen programa, intentan volver a lo que fue.

Mientras en la tribuna brillaba una mujer que además tuvo la gallardía de defender a todos los componentes del gobierno con el presidente a la cabeza y terminar dando el estoque final al pobre Tamames que estuvo a punto de darle un ictus si la dama de blanco seguía con su imbatible oratoria. Eso sí, a Yolanda le sobró media hora, pero no había quien la parara. Ella va por todas.

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