Vacaciones de espaldas a la inflación

El Periódico de Aragón

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Las ganas de viajar y romper con la rutina, evidentes tras el encierro pandémico y las primeras vacaciones con limitaciones y restricciones incómodas, aún siguen vivas, a pesar de la erosión que la inflación ha infligido a los presupuestos familiares durante el último año. Hay decisiones de consumo cuya reactivación se atribuyó en un primer momento al ahorro acumulado durante la crisis sanitaria. Y o bien para algunos ese ahorro aún está disponible, o bien las razones eran mucho menos coyunturales y esos días de desplazamiento ya programado forman ya parte de un presupuesto esencial al que solo se renunciará en caso de estrecheces inaplazables. Algo que para muchas familias (pero seguramente para las que ya vivían en los límites de la austeridad) es ya asfixiante pero que, con los datos de empleo en la mano, no han llegado a quienes integran el grueso del potencial mercado turístico interior.

Que los augurios sobre el impacto devastador de la guerra de Ucrania, el encarecimiento de la factura energética y las turbulencias bancarias se hayan ido descartando quizá hayan eliminado cautelas y prudencias a la hora de programar las vacaciones o decidir otro tipo de gastos. Las previsiones del sector y los datos de reservas y contrataciones disponibles auguran que el incremento de los precios no serán motivo suficiente para retraer los planes de viaje de forma general y que podemos vivir una semana comparable con los momentos previos a la crisis del covid-19, algo que la economía española agradecerá.

En principio puede extrañar que los billetes aéreos no hayan notado apenas el alza de los precios (un 10% más pero un -1,1% en los vuelos nacionales y un -9,7% en los vuelos internacionales en relación a 2017) cuando en cambio el gasto que los viajeros harán en destino tendrá alzas del 30% en los hoteles, del 24% en la gasolina que reposten en su coche de alquiler, del 25% en sus cervezas o del 17,8% en los restaurantes (siempre respecto a 2017). El billete de avión, el primer factor de buena parte de los presupuestos vacacionales, se ha quedado a unos niveles asequibles que no le hacen convertirse en una barrera de entrada en la psicología de compra a la hora de decidir el desplazamiento, especialmente cuando estamos hablando de periodos cortos. Otra cosa es hasta qué punto el gasto que acabarán acumulando durante los desplazados podrá dar alguna sorpresa a final de mes. Incluso con una buena temporada de Semana Santa, no se puede dar por hecho que estos datos sean directamente extrapolables a la campaña de verano, todavía más crucial para el conjunto de la economía del país y ante la que se sería atrevido hacer previsiones sobre hasta qué punto habrá o no una moderación del gasto relevante.

Dependemos de factores que no podemos controlar ni anticipar: con el turismo asiático aún en cuarentena por el encarecimiento de los vuelos desde aquel continente a causa del cierre del espacio aéreo ucraniano y los efectos de las sanciones a Rusia y la recuperación de los mercados emisores de Francia, Alemania, el Reino Unido y Estados Unidos como principal baza para los datos optimistas del turismo de estas semanas, son demasiados los factores macroeconómicos que podrían afectarlos en los próximos meses.

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