SEMANA SANTA DE ZARAGOZA

Camino a la soledad

Cristo de la Expiración de Las Siete Palabras

Cristo de la Expiración de Las Siete Palabras / JORGE SESÉ

Daniel Latorre

Daniel Latorre

Comenzará el día con un Cristo que nos regala, desde la atalaya de su Cruz, siete palabras, siete sentencias, unas que son muestra de su humanidad: ¡tengo sed!, ¿por qué me has abandonado?, todo está consumado… y otras son clara manifestación de su divinidad: Padre perdónalos, En tus manos encomiendo mi espíritu…

Siete palabras que teñirán de verde la plaza del Pilar y que retumbarán en los instrumentos que inundarán las calles del centro, acompañando al excelso cortejo de Pasos con el que cuenta esta Cofradía, destacando el Cristo de la Expiración, talla magnífica que recoge esa última frase de Jesús en la Cruz, tras la cual expiró.

Por la tarde, el Santo Entierro, la procesión de procesiones, pero no porque sea un conjunto de procesiones, no porque nos unamos todas las Cofradías de Zaragoza en un único recorrido general. Yo digo procesión de procesiones porque, sin duda alguna, es la procesión entre las procesiones, es la procesión madre de todas las procesiones.

Que el conjunto de los cofrades de Zaragoza nos juntemos en una kilométrica comitiva, creando una representación móvil, palpable y popular del Via Crucis, es un acontecimiento transcendental en la devoción popular de un pueblo que se agolpa en las aceras a lo largo del recorrido para ser partícipe de tal acto de fe pública.

Y al frente de todo ello una Hermandad, la de la Preciosísima Sangre de Cristo, que ha sabido mantener viva la tradición y, sobre todo, la fe de esta procesión durante cientos de años, evolucionando, adaptándose y acogiendo a todas aquellas Cofradías que se han ido fundando a lo largo de los siglos XX y XXI.

Y un rato después de que se acalle el último sonido del Santo Entierro, viviremos uno de esos momentos espectaculares de nuestra Semana Santa, por lo visual y por lo espiritual. Acompañaremos a nuestra Madre de la Divina Gracia en su camino de soledad desde San Felipe a San Cayetano. Comienza el día con las siete palabras de un Cristo agonizante y acaba en el silencio de una madre desgarrada por el dolor.