El pavoneo del emérito

Álvaro Sierra

Álvaro Sierra

El que fue rey de España pero a día de hoy vive a cuerpo de rey en Emiratos Árabes decide volver a Sanxenxo para pavonearse. En plena precampaña, Juan Carlos vuelve a incumplir el compromiso con Zarzuela de ser discreto y evitar la exposición pública. Esto es otro golpe a la Casa Real y al Ejecutivo de Sánchez, como ya ocurrió en su última visita. Y lo que es peor: es una afrenta al respeto de todos los españoles.

No cabe decir que su viaje se ciñe a la privacidad de un ciudadano que, por otra parte, no tendrá reproche mediante sentencia judicial pero si tiene una falta ética de gran calado. No es un cualquiera ni puede moverse como cualquiera. No es un ciudadano más.

Pese a que le asiste el derecho a venir a España, el país que no olvida su papel crucial en la Transición a la democracia, y a pesar de que las investigaciones fiscales en su contra han sido archivadas, la sombra de sus manifiestas irregularidades es todavía demasiado grande como para que sea ignorado por la opinión pública.

Podrá estar libre de culpas judiciales, sí; pero nunca del delito moral y ético que cometió al romper el contrato de la ejemplaridad. Su pavoneo es tan ostentoso como lo fue en las apariciones públicas, en nombre de España y de la Casa Real, con Macron y Vargas Llosa, en los funerales de Isabel II y Constantino de Grecia. Este empoderamiento –como describía Zarzalejos– le ha servido para creerse otra vez intocable. Quizá un abucheo, una reprimenda o el desplante institucional sea lo conveniente.

De todo esto, hasta sus amigos más cercanos han intentado disuadirle del viaje el daño a la Corona. Pero él sigue a lo suyo: bribón y regatista. No es de recibo que se le dé un trato de Rey a un comisionista confeso y sinvergüenza fiscal que se sirvió de España.

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