Derechos y obligaciones

Carmen Bandrés

Carmen Bandrés

Nada más nacer, cuando el bebé reclama la atención de papá y mamá con su primer llanto, realmente está ejerciendo por primera vez un derecho natural, el derecho al cuidado y subsistencia, como el ser más indefenso de la creación. Nada existe más tierno que la visión de un niño alzando sus bracitos en demanda de ayuda y cariño; nada tan lacerante como la imagen de ese mismo individuo, ya adulto, acostumbrado a que todo sean derechos y ninguna obligación, pero tan penoso espectáculo deviene muy habitual en un entorno generalizado que camina indómito hacia una convivencia dominada por egoísmos implacables.

Si hablamos en términos sociales, es tan equitativo mencionar la obligación de contribuir con el pago de impuestos a la conveniencia general, como citar el derecho de recibir a cambio las contraprestaciones adecuadas, entre las que unos pilares básicos destacan con luz propia: sanidad y educación. Sin embargo, ni una ni otra parecen pasar, precisamente, por sus mejores días, sometidas a una tesitura en la que la sanidad pública se tambalea, con unos plazos de demora inaceptables, mientras que los servicios privados de salud tienden a resbalar hacia idéntico y lamentable abismo. Por lo demás, si nos referimos a obligaciones, tampoco se observa en muchos pacientes potenciales un esfuerzo por contribuir a su propio bienestar, mediante un estilo de vida saludable. El derecho a la educación es inalienable y consustancial de nuestra sociedad, pero no se vislumbra la menor posibilidad de un consenso tan imprescindible como perdurable, capaz de aportar la necesaria seguridad y estabilidad a todos los alumnos y miembros de la comunidad educativa. Se quebrantaría así una obligación patente por parte de quienes rigen o tienen capacidad para orientar y gestionar el buen fin de un fundamento tan crucial como la educación.

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