Porcino y naturaleza barata

La única solución es comer menos carne y de mayor calidad

Mariano Mérida

Mariano Mérida

La apropiación y expolio de los recursos naturales: ríos, acuíferos, suelos y aire produce la contaminación y degradación de la biodiversidad sobre la que se asienta el ser humano y ello repercute irremediablemente en su salud y en su vida.

Todo ello conduce a lo que el sociólogo Jason W. Moore denominó el "Fin de la Naturaleza Barata" como consecuencia del uso indebido de los recursos naturales que ya no se reponen, después de ese uso, al nivel inicial.

Señalaba este erudito que la acumulación de capital no se basa únicamente en la explotación del trabajo humano, sino también en la apropiación del trabajo de la naturaleza. La "Naturaleza Barata" incluye actividades tales como la fuerza del trabajo, los alimentos, la energía y las materias primas que no se valoran adecuadamente en la economía mercantil. El capital no solo tiende a acumularse continuamente y revolucionar la producción de mercancías; necesita explotar las "Naturalezas Baratas" que suministran un flujo creciente de alimentos, fuerza de trabajo, energía y materias primas, basándose en ese mítico mandato bíblico de crecer, multiplicaos y dominar la tierra que le autoriza, desde el origen, a disponer de ella a su antojo.

La producción industrial de ganado y el porcino no es una excepción, se basa en la importación de cereales, fundamentalmente soja del cono sur americano con el que se elaboran los piensos que alimentan la cabaña. Pero, además de la alimentación, el hacinamiento en las grandes instalaciones obliga a suministrar al ganado otro tipo de productos (agrotóxicos, metales pesados, medicamentos,..) que se derivan a la carne y se excretan con los purines. Ello convierte a este sector productivo en enormemente vulnerable. Los estiércoles ganaderos, como el purín del porcino, pueden ser un fertilizante o un residuo altamente contaminante en la medida de su adecuada aplicación y aun en el caso de su correcto uso debería considerarse la necesidad de eliminar aquellos elementos que pueden alterar el equilibrio del suelo o del agua.

Ello requiere unos costes de tratamiento que encarecen necesariamente el producto y que además deben demostrar su verdadera viabilidad. Todo ello en una situación en que los purines producen pingues beneficios ya que el coste de los fertilizantes minerales se ha multiplicado en los últimos tres años.

Se anuncian soluciones próximas a lo milagroso en que los purines no tendrán trazas de contaminación. Todo ello está amparado por el Gobierno de Aragón que con su tecno-optimismo parece pretender el crecimiento sin límite de un modelo ampliamente cuestionado en otras regiones de Europa y que trae a la memoria proyectos pioneros y actuaciones estrella como el Rubiatron o el monegrino Gran Scala.

Como contraste, la realidad nos trae un día sí y otro también el aumento en paralelo de la contaminación difusa y de las Zonas Vulnerables que, por exceso de nitratos, han convertido a Aragón en un problema ambiental comparable al del lindano, pero extendido a todo un territorio que tardará varias décadas, si lo logramos, en erradicarse. Este es el fruto de la "naturaleza barata" de la que hablamos que, en nuestro caso deja a varias decenas de poblaciones con problemas de abastecimiento de agua.

Los números de la realidad son contundentes. Un cordero por término medio aporta, 1,2 crías al año. Una cerda puede llegar a 30 lechones . El resultado es carne barata de cerdo asequible a mucha más población, pero como hemos explicado, con unos graves costes ambientales que los asume, desde el desconocimiento la sociedad en su conjunto. En esto, como en todo no hay milagros. La única solución, y difícil de transmitir, es comer menos carne y de mayor calidad. En el proceso productivo industrial es cierto que muchos salen ganando. Mientras, los ganaderos de a pie amortizan las grandes instalaciones en un mínimo de diez años el modelo integrador: productor de piensos y dueño de los mataderos acumulan la mayor parte del beneficio apoyado por la administración.

En esta atmósfera de crecimiento permanente ¿quién pierde? Y la respuesta, aquí y en todas partes en que se ha implantado este modelo, es la propia naturaleza, el agua, el suelo y el aire. En definitiva la salud colectiva del ser humano y de su paisaje.

Desde Stop Ganadería Industrial se pide al Gobierno de Aragón y a las Instituciones implicadas, la paralización de la concesión de licencias para ampliaciones o nuevas instalaciones de Ganadería Industrial, hasta que no exista una efectiva regulación que asegure el equilibrio del medio ambiente y que corrija los daños causados hasta el momento. Estamos ante un sector industrial y unas prácticas que deben ser corregidas de acuerdo a las exigencias que la Emergencia Climática impone en un momento de transición hacia otro modelo productivo que, al igual que otros sectores, como el energético o el turístico, no se está percibiendo con la urgencia que la naturaleza demanda.

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