Opinión
No es transfuguismo
Con esta revuelta en el centro derecha aragonés se están utilizando términos de una manera hiperbólica y poco ajustada a su definición, pero las campañas son terrenos abonados al exceso.
Javier Lambán y Jorge Azcón se acusan mutuamente de transfuguismo, este último agarrado al clavo de Fraga, porque no hay mucho más en que apoyarse, por la transferencia de cargos electos de Ciudadanos que buscan o les buscan hueco en las listas del Partido Popular para las próximas elecciones. Aquí el matiz importante, están conformando listas para otro mandato representativo, el que otorguen las urnas el 28 de mayo, y son libres de concurrir con las siglas que quieran, y los ciudadanos de votar a quién considere. No son tránsfugas institucionales que abandonan su mandato representativo conseguido en unas listas cerradas y bloqueadas bajo unas siglas políticas, para pasar al grupo mixto o a los no adscritos en la mayor parte de los casos desmontando mayorías y creando nuevas. Emilio Gomáriz en las Cortes de Aragón en 1993, Susana Bermúdez en 1999, diputada socialista de Ceuta apoyando al grupo de Jesús Gil, o el tamayazo en la Comunidad de Madrid en 2003 que entregó la presidencia a Esperanza Aguirre son algunos de los casos más clamorosos de este país, unidos además a denuncias de corrupción no demostradas judicialmente.
Lo que está ocurriendo en Aragón es otra cosa, y ahí coincido con el señalamiento del candidato Lambán, se ha pergeñado una OPA hostil del Partido Popular a los dos partidos en fase de derrumbe que ha prosperado más que por la incorporación de nombres provenientes de esas listas, por operar como el último empujón a una estructura agrietada hasta los cimientos. Ciudadanos iba a desaparecer, dejando a un 16,7% del electorado, fueron tercera fuerza política en 2019, sin partido de referencia y los populares no iban a quedarse quietos cuando el roto se lo hicieron a ellos hace cuatro años.
La aceleración en la implosión del PAR, que venía de un desgaste paulatino en las últimas legislaturas culminó al detonarse desde dentro por sus antiguos líderes, en un o conmigo o con nadie, dejando un reguero de cargos públicos locales en una situación de desconcierto ante tanta fracción y con tan pocas posibilidades. Y así, a poco más de un mes de las elecciones quedan concejales sin adscripción al ser expulsados o en proceso de ello por sus direcciones políticas. Es difícil guiarse para encontrar qué dirección porque los vaivenes en esos órganos han bailado en el desconcierto, por eso es difícil definir quién ha dejado a quién, y solo han adelantado un final de manera prematura, ya casi en funciones.
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