DESDE MI RINCÓN

Amar las montañas

María Jesús Ruiz

María Jesús Ruiz

Amar las montañas ha sido y es en mi vida uno de los grandes pilares que me sujetan. Desde muy niña aprendí a disfrutar del Pirineo, no solo coleccionando cimas sino paseando y observando la vida que en ella se engendra. La geografía, geología, botánica y, en general, las ciencias naturales las pude valorar al llevar mi experiencia en la montaña al aula siendo estudiante y viceversa. En este recorrido, la Canal Roya ha jugado un importante papel en mi más de medio siglo porque su riqueza es inmensa como inhóspito valle volcánico presidido por el gran Anayet y habitado por quebrantahuesos, águilas reales, halcones peregrinos, cernícalos, perdices, tritones pirenaicos, truchas, marmotas, sarrios y cientos de plantas. Ante la propuesta de unir las estaciones de esquí de Astún y Formigal por Canal Roya mi curiosidad me ha llevado a hablar con las gentes que habitan el valle del Aragón y he llegado a la conclusión de que el posicionamiento contra el faraónico proyecto está muy generalizado. No es una cuestión de perroflautas ni comeflores como algunos pueden pensar. Los autónomos y pequeños empresarios de la hostelería, panaderos, artesanos, profesionales de negocios de aventura... están diciendo que no, que esa destrucción no les va a dar de comer ni va a fijar población. Tan solo he encontrado aceptación en aquellas pocas familias a las que aún les quedaron tierras urbanizables sin vender en el anterior pelotazo urbanístico, en algún trabajador de medio copete de esas estaciones que aspira a cargos de alta dirección y en un muy reducido segmento de población que, sin criterio en este tema ni en ningún otro, repite los mantras populistas que se lanzan desde las grandes ciudades.

Escuchaba el otro día a alguien que no entendía por qué no podemos ser como los andorranos y catalanes que no ponen pegas a la creación de grandes dominios esquiables, aunque realmente no los tengan. Pues porque no, simple y llanamente, porque los primeros son un paraíso fiscal cuya única vara de medir son las divisas, y los segundos llevan décadas gobernados por la alta burguesía, la del tres por ciento, la que querría ser como Andorra, pero no puede. Los fondos Next Generation surgieron para paliar la tremenda tragedia que nos trajo la pandemia por el covid, para ayudarnos a reconvertir una economía y una sociedad bajo los pilares de la resiliencia hacia un modelo más sostenible. Es muy triste y lamentable que entendamos que destruir la naturaleza para el beneficio de unos pocos esté dentro de esos parámetros y que este tipo de intervenciones sean la lección que hemos sacado de la maldita pandemia. ¿Qué les vamos a dejar a las futuras generaciones? Estamos en el momento de decidir si chatarra, despoblación y precariedad o una sociedad respetuosa, limpia, vertebrada y justa.

Desde mi rincón les pido que abandonen la cabezonería, la tozudez y seamos ejemplo de esa humildad por la que tanto se nos aprecia a los de Aragón, dando un paso a un lado y rectificando. Reconvirtamos esos millones en proyectos sostenibles, en vivienda asequible, en la mejora de equipamientos, en la creación de empleo digno, en educación medioambiental, apoyemos un turismo desestacionalizado que genere riqueza para todos durante todo el año y oportunidades para nuestros pueblos. Escuchemos y tendamos la mano a quienes están sosteniendo el Aragón vaciado porque esa mano nunca hay que morderla ya que nos da de comer.

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