Opinión | Sala de máquinas

Caín

Más que probablemente sea el problema del mal uno de los más antiguos y difíciles de responder a los que se ha enfrentado nuestra capacidad analítica. La posibilidad de aislarlo del ser humano, como si fuese una realidad ajena, una causa independiente, ha rondado la cabeza de numerosos filósofos, sin que ninguno de ellos haya logrado establecer la existencia de su supuesta categoría exterior.

Más cerca de su verdadera existencia han estado seguramente aquellos autores que lo situaron dentro, y no fuera del ser humano. Argumentando que tanto el bien como el mal, en su clásica dualidad, conviven en el corazón del hombre. Unas veces se impone uno; otras, el otro.

Si de la tradición judeocristiana hablamos, y si en ella tratásemos de descubrir, como precedentes, las primeras manifestaciones del bien y del mal, rápidamente nos encontraríamos con el Génesis y con la trágica historia de Caín y Abel.

Sobre el primero de ellos, considerado el primer asesino de la historia, vale la pena leer la pieza dramática Caín: un misterio, de Lord Byron, incluida en una nueva antología de Poetas románticos ingleses que el sello Austral acaba de publicar con motivo del Día Internacional de la Poesía.

En sus páginas, Byron da voz al hijo mayor de Adán para que él mismo trate de explicarse y de explicar al devenir de los tiempos porqué derramó la sangre de su hermano Abel. Porqué lo mató a solas, bajo la mirada de Dios, si no le había hecho nada, si ni siquiera habían discutido, si no le había provocado...

¿Qué ideas, que rencores o tentaciones llevaron a Caín a matar a un inocente? En el drama de Byron, el criminal intenta justificarse y revela que fue el diablo, Lucifer, quien le inspiró el sanguinario ataque, confundiendo su mente con referencias al árbol del conocimiento, a la tentación de su madre Eva, y lanzando acusaciones contra Dios...

Además de este hondo y largo poema de Byron, la antología de Poetas románticos ingleses nos regala otros maravillosos poemas de Keats, Shelley, Coleridge, Wordsworth. Tan universales en su arte como actuales hoy en día. Gracias, en buena medida, a las traducciones de Leopoldo Panero y José María Valverde.

Belleza y profundidad: Romanticismo.

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