Al margen

Plazas de cemento

Marian Rebolledo

Marian Rebolledo

Dos son las grandes plazas que se han inaugurado en los últimos tiempos en Zaragoza: la de Salamero y la de los depósitos del Pignatelli. Y en las dos veo mucho cemento. Demasiado para una ciudad como esta, donde el calor es inmisericorde. Precisamente esta semana, en la que se disparan todas las alertas sobre el pico de calor en abril, pienso en lo que serán esas superficies en julio. Claro que el precedente de lo que se llama «plazas duras» viene de lejos en la ciudad. La plaza del Pilar podría ser el prototipo, una explanada de cemento en la que en verano reverbera el aire caliente como si estuviéramos en el desierto. Es más triste si se piensa que antaño Zaragoza era una ciudad verde, con pequeñas plazas, glorietas, árboles y fuentes. Y ahora, que hace más calor que nunca, optamos por grandes explanadas alicatadas en cemento.

El cambio climático nos obliga a repensar qué modelo de ciudad queremos para que la vida sea soportable. El planteamiento de la ampliación del Pignatelli no es malo, pero le quedan años para resultar medio confortable en verano. Salamero, en cuanto apriete el calor, será un erial. Y esta tendencia solo viene a sumarse a la nombrada plaza del Pilar, a la de la Seo, a la plaza Eduardo Ibarra, la plaza Sas, la de San Bruno o al entorno de la estación Intermodal. Si no es por las terrazas que pueblan algunas, con la llegada del calor serían estériles desiertos. Ahora que estamos en periodo electoral, los candidatos deberían llevar en su modelo de ciudad como prioridad los planes para que Zaragoza sea habitable. Necesitamos ciudades amigables, lugares en los que no haya que pagar por sentarse y consumir bajo una sombrilla. Y visto lo visto, no vamos nada bien.

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