DESDE TOLVA

Y allá va la despedida

Sergio Ruiz Antorán

Sergio Ruiz Antorán

El 23 de noviembre de 2020. Dos años y medio. Cómo pasa el tiempo. Yo, neorrural fue una declaración de intenciones, la primera columna de una serie que partía con la pretensión de romper el bucolismo simplista que caía sobre el campo en esos meses de recuperación pandémica, cuando respirar sin mascarilla era un hondo consuelo a vida.

Asqueado de esa visión que desde los medios se vendía, cuentos de escuelas reabiertas por la familia feliz en su casita de ensueño, de ejecutivo que ahora gana su vida en su nueva academia de yoga en la aldea, de hotelitos cuquis como solución existencial, de vacas sonrientes y trigales que huelen a ambientador, de lugareños simpáticos y agradecidos al nuevo... me atreví a ofrecer una cara B, al menos, más equidistante Desde Tolva, desde mi experiencia de urbanita venido al pueblo. Con sus claros y sus oscuros. Mi realidad, que no la realidad.

En estos más de cien artículos, leídos con fervor por mi santa madre, ha cabido de todo. Tontadas y seriadas, siendo ácido con el mileurismo laboral, la ganadería industrial, la ausencia de vivienda, la caspa del caciquismo, el turismo masivo o el acoso energético que consume al campo. Siempre desde la prudencia, máxima para aquel que quiera venirse para aquí, diciendo tanto en tinta como entre líneas. Con somardismo e ironía sobre mi estupidez.

Y con dignidad. Dignidad hacia el periodismo irrenunciable en tiempos precarios por los que toca despedida. Y dignidad de los habitantes de estos lugares difíciles, castigados por el poder de un sistema que empuja al mundo rural a ser mero gregario de las ciudades, nutriendo de alimento, energía, talento y bonitos paisajes de fin de semana.

Dignidad que merecen Carlos y Dori, Antón y Toñi, Tere y Carlos, Alberto, Marta y Carlos, Marak, Silvia y Sabina, Adri, Carmeta y Dani, Toni, Jesús y Oriol, Pepito Mora, Antonio, Isidro y Espe, Jaime, Santiago, Kiko y Óscar, Edu, Cris y Aina, Alicia y Rafa, Crica, Dani y Roc, Roger y Anna, Michael, Dominique y Jesús, Acher y Fermí... Son más, todos mis vecinos que se han colado en estas historias como musas para narrar nuestras realidades, buenas y malas, actores secundarios dibujados desde el cariño, la admiración, el respeto y el agradecimiento por dejarme vivir en el mejor pueblo del mundo: Tolba. Estamos en Aragón, arriba a la derecha. ¡Vengan!

Ese es mi último consejo. Vengan al pueblo, conozcan a sus gentes y conformen su opinión, sin tópicos, sean críticos, reflexionen y piensen por sí mismos, y quizá descubran un mundo por el que merece la pena luchar para que no desaparezca. Y, sobre todo, sean felices.

Hakuna Matata.

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