DELANTE DE TUS NARICES

El Estado no respeta a los ciudadanos porque no se respeta a sí mismo

Daniel Gascón

Daniel Gascón

El Congreso ha aprobado una ley que limita a tres minutos la espera telefónica a un cliente. Ese tiempo de espera que ahora desaparecerá se podía invertir de manera provechosa en el cotejo de traducciones de Marcel Proust y experimentos ucrónicos, pero así es España: no está hecha la miel para la boca del cerdo. Cuando quieres hablar con la Administración no tienes tiempo de espera: nadie te coge el teléfono. Un informe reciente de Civio mostraba las dificultades para concertar cita previa en la seguridad social.

La administración, en lo que quizá sea un retorcido homenaje a Groucho Marx, no cumple las reglas que exige a los demás: ni en la atención al usuario ni en la temporalidad laboral, que según el sindicato USO duplica la del sector privado. En el Gobierno de Aragón la temporalidad supera el 55%, de acuerdo con los datos oficiales del último Boletín estadístico del personal al servicio de la Comunidad Autónoma. En la educación pública se extiende la jornada continua, que perjudica a los alumnos y padres (y especialmente a madres) y solo beneficia a los docentes. Teóricamente la Administración está al servicio de los ciudadanos, pero a menudo los trata como una molestia o incluso un enemigo. Aceptamos también una sospecha metódica, intensificada por el 15M y la pandemia. La aceptamos porque pensamos que solo trata así a los demás, que algo habrán hecho. Los demás, sin embargo, somos todos: una madre que no consigue gestionar una ayuda, un propietario a quien no le paga un inquilino, el padre de un niño autista que salía a la calle en el confinamiento.

Algunos encuentran una escapatoria tratando al Estado como enemigo: en el campo artístico, facilita reconocimientos. Hace unos días se anunció que la representante de España en la Bienal de Venecia, que ya representó anteriormente a Perú y entre cuyos méritos figura destacadamente que la censurase la Comunidad de Madrid, presentará un montaje denunciando la colonización española de América. En La Lectura, el músico Jordi Savall explica que rechazó en 2014 un Premio Nacional porque no le gustaba el gobierno de Rajoy. Pero las cosas han cambiado. Se ha reunido con el presidente y algunos ministros, le han dicho que le ayudarán a impulsar un programa y que le echarán una mano con su fundación, así que hoy «aceptaría el Premio Nacional si me lo concedieran», ha dicho. Aprovechemos la ocasión para darle el premio rápidamente: si no, igual gana el PP y volvemos a ser indignos de premiarle. Quizá el Estado no respeta a los ciudadanos porque tampoco se respeta a sí mismo.

Suscríbete para seguir leyendo