HOGUERA DE MANZANAS

El corazón de España

Olga Bernad

Olga Bernad

Repasando el otro día la lista de cantautores del tardofranquismo con mi amigo Carlos Iglesias Díez, auténtica enciclopedia en cuestiones musicales, me nombró a uno llamado Simone, novio de Cecilia cuando ella murió. Se trata de un desconocido para mí. Su nombre verdadero es Luis Gómez Escolar. Salió de Aguaviva, aquellos de los poetas andaluces, luego se fue a un grupo de rock humorístico-paleto que alguno recordará por sus colaboraciones con Fernando Esteso, La Charanga del Tío Honorio… y luego se convirtió en letrista en la sombra, bien directamente como autor o como adaptador de las letras al castellano, de casi todos los éxitos de la música española de los años 80 y 90. Cuando Carlos fue desgranando el rosario de éxitos me dejó ojiplática, especialmente por la variedad y locura de los palos que se atrevió a tocar, junto a esa capacidad para quedar en la memoria.

Hagamos la prueba: ¿recuerdan ustedes el Agapimú de Ana Belén? Suya. ¿Juntos, de Paloma San Basilio? Suya. ¿La quiero a morir, de Francis Cabrel? Adaptación suya. ¿A ti, de Joe Dassin? También. ¿El Solo tú de Matía Bazar? Lo mismo. ¿Bailar pegados, de Sergio Dalma? Suya. ¿Amor de hombre, de Mocedades? Suya. ¿La maldita primavera de Yuri? Suya. ¿Linda, de Miguel Bosé? Suya. ¿Bailando, de las hermanas Goggi? Adaptación suya. ¿Tú y yo de Emannuel? Lo mismo. ¿El Amor mediterráneo de Bertín Osborne? Suya. ¿Fiesta, de la Carrá? Suya. ¿Saca el güisqui, Cheli de Desmadre 75? Suya. ¿La copa de la vida de Ricky Martin? Absolutamente suya. Y seguimos para bingo: Amigo Félix, de Enrique y Ana; La vuelta al mundo de Willie Fog… y tantas. Incluso la letra de Sálvame es suya, por el amor de Dios. España no sabe que tiene a un desconocido en el corazón y yo, que soy proclive al amor y al escrutinio, he sentido que mi deber era informarles.

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