Sala de máquinas

Putin, en busca y captura

Juan Bolea

Juan Bolea

El Tribunal Penal Internacional ha emitido orden de busca y captura contra Vladímir Putin, bajo acusación de crímenes de guerra, pero está por ver si dicha sanción se va a cumplir, y cómo y cuándo. A lo peor, nunca. Desde la Segunda Guerra Mundial no hay antecedentes de un juicio de esta gravedad. Desde entonces, las condenas del TPI se han venido materializando, o limitando, más bien, a presidentes, mandatarios o ministros de países del tercer o cuarto mundo, la mayoría africanos, más algunos asiáticos o sudamericanos donde la flagrante violación de derechos humanos y la acción represora de dictaduras sanguinarias hacía inviable otro tratamiento que no fuera el estrictamente el penal.

Algunos –más bien muy pocos– de aquellos muchos tiranos alimentados por la guerra fría, la política de bloques o el simple olvido por parte de la comunidad internacional fueron, en efecto, juzgados en La Haya, pero otros muchos eludieron su cita con la justicia de muy diversas maneras. Con sofisticadas argucias jurídicas, por ejemplo, conseguiría Gran Bretaña evitar la imputación de su gobierno por supuestos crímenes de guerra en Afganistán. Igualmente Estados Unidos (potencia que nunca ha ratificado los Estatutos del TPI, como tampoco China, Israel, o la propia Rusia) reaccionó con represiva dureza contra sus magistrados cuando estos se manifestaron proclives a juzgar a George Bush jr., por violación de derechos humanos en su ataque al Iraq de Sadam Husein.

Ahora, la audaz emisión, por parte del TPI, de una orden de arresto contra Putin por la deportación de niños ucranianos con destino a la adopción de familias rusas puede terminar –¡ojalá!– en su captura y puesta disposición de los jueces. Occidente celebraría la imagen de un Putin esposado ante los jueces, pero su acoso podría provocar una violenta reacción que recrudezca la guerra y cuestione, no sólo ya la validez del TPI (que el régimen de Putin no reconoce), sino lo arriesgado de su estrategia al «provocar» a un jefe de Estado que dispone del botón nuclear. En vísperas de una contraofensiva ucraniana sostenida por ejércitos occidentales, ¿podría esa presión sobre el criminal dictador ruso justificar el uso de armamento nuclear?

En cualquier caso, se ha añadido más tensión a un conflicto que se recrudece cada día. Para detener a Putin y sentarlo en el banquillo, primero habrá que ganarle la guerra. ¿Cuándo? No se sabe, porque, ¿quién habla hoy de victoria?

Suscríbete para seguir leyendo