ALÉGRAME EL DÍA

El hombre reloj

Roberto Malo

Roberto Malo

Creíamos que nos tomaba el pelo. Se miraba la muñeca desnuda para ver qué hora era y no llevaba reloj. Y lo hacía tan serio que pensabas que él veía la hora. Era compañero de clase y es de esos raros personajes que te presenta la vida. Al principio, todo hay que decirlo, lo tomamos por loco, pero poco a poco cambió nuestra opinión. Si le preguntabas la hora, él te la decía correctamente. Y nunca llevaba reloj. En una ocasión, en clase de gimnasia corríamos los ochocientos metros, y él nos ganó a todos, pues hizo el mejor tiempo, pero lo raro del caso es que cuando el profesor le dijo el tiempo que había hecho, le corrigió. «Un segundo menos», señaló. «Eh, yo llevo el cronómetro y tú no llevas ni reloj», le espetó el profesor. Desde aquel día, lo apodamos «el cronos». Nunca llegaba tarde a clase. Siempre llegaba a la hora justa. Un día, comentando esto, nos dijo que no lo despertaba nadie, que él se despertaba instintivamente a la misma hora todos los días. Era un gran tipo. Y se podía quedar con cualquiera. En clase de matemáticas, por ejemplo, teníamos a un imbécil de profesor. Entre otras cosas, este profesor no aguantaba las alarmas de los relojes digitales y nos dijo que las quitáramos. Así lo hicimos todos. Pues bien, en una clase, al dar las once en punto se oyó el ruidito típico: «Pííí, Pííí, Pííí». «¡Otra vez las dichosas alarmitas!», exclamó el profesor, «¿Quién ha sido?». «Perdone, se me olvidó quitar la alarma», se excusó. «Está bien», aceptó el profesor, como perdonándole la vida. Todos los alumnos nos quedamos extrañados. Como siempre, no llevaba reloj. Pasado algún tiempo, cayó gravemente enfermo. Fue hospitalizado con urgencia y en menos de una semana, sin que los médicos lo pudieran evitar, murió. «Fue como si se le agotara la energía de vivir», explicó uno de los médicos. «Las pilas», pensamos todos.

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