EL ARTÍCULO DEL DOMINGO

Una campaña de campanazos

La campaña electoral ha acabado a la madrileña. Se empezó hablando de lo que interesa a los ciudadanos: vivienda, cambio climático, sequía, Romareda, enseguida entró Bildu y se remató con la Fiscalía en primer plano con una suciedad política que Aragón nunca ha tenido

Nicolás Espada

Nicolás Espada

Poco se ha ayudado a ese 25% o más de supuestos indecisos que iban a aprovechar estos quince días de la campaña electoral para decidir a qué partido político votan en las elecciones autonómicas y municipales de hoy. Ha sido una campaña de campanazos que pareció empezar con buen talante y con temas de interés general, pero que entre lo nacional y lo regional ha acabado con mucho barro, lluvia incluida. Y lo que es mucho peor, con la sensación de que toda la crispación y el mal rollo político que se destila en la política nacional, desde Madrid, ha llegado a Aragón, un territorio inmerso en la cultura de los pactos, con muchas ganas de huir del ruido político, y con la total convicción, de todos, de que a partir de esta noche habrá que buscar más fórmulas de entendimiento.

Digamos que la campaña empezó en Aragón con buen tono, hablando cada uno de sus mensajes clásicos: los socialistas que si prometiendo 16.000 pisos para alquiler, Teruel Existe que hay que descentralizar consejerías en Huesca y Teruel, el PP dando soluciones a problemas actuales de la sanidad o apostando por la nueva Romareda, Podemos con su lucha medioambiental en el Pirineo, IU, CHA, PAR, Vox, Ciudadanos... cada uno con sus cuestiones. Parecía que íbamos a poder hablar en Aragón de vivienda, del cambio climático, de la sequía.... De lo que preocupa a la gente de la calle. Pero enseguida se nacionalizó la campaña, introduciendo los populares la cuestión de Bildu y acabándola con secuestros, venta de votos y altercados varios. Todo esto ha trastocado a la izquierda, y es que hay muchas dudas que el reto que tenían en estas elecciones lo hayan conseguido: movilizar a todos sus votantes. Porque la derecha ha demostrado estos días tener capacidad para movilizar a los suyos, con Bildu o con quien sea, pero la izquierda no ha reaccionado y quizás eso ha podido provocar una desmovilización de estos electores. En España y en Aragón, también, que no somos muy distintos.

Porque en la comunidad no se ha conseguido hablar a fondo de la infinidad de competencias que tiene nuestro autogobierno. Por ejemplo, de educación. Tan solo unas pinceladas del líder socialista sobre la educación no formal. Pero es que de asuntos como los servicios sociales, la sanidad o la cultura, tan apenas se ha hablado, son temas que no han tenido eco en las reuniones. Se ha perdido una gran oportunidad, y tristemente se ha avanzado hacia posiciones nacionales que solo generan ruido. Aragón ha estado al margen de tanto enfrentamiento entre bloques que solo beneficia a los extremos, y en este caso al derecho, pero en esta ocasión, con las renovables o con Romareda o con los toldos o con tanto hablar de la Fiscalía, el runrún es más parecido a lo nacional que a lo aragonés: barros y suciedad.

Cuentan los expertos que aquellas personas que se definen políticamente moderadas, o que aseguran no tener ideología, son las que más indecisión muestran a la hora de ir a las urnas y por consiguiente, las que concentran mayores niveles de abstención. La irrupción de nuevos partidos en la pasada década, sobre todo Podemos y Ciudadanos, revitalizó un poco el escenario y diversificó el panorama, hasta tal punto que los salones de plenos y los parlamentos se han ido estirando en cuanto a número de grupos.

Todo esto complica cada vez más el resultado final y es muy difícil adivinar la foto final en la noche electoral. La razón vuelve a ser la misma: no hay forma de saber el porcentaje de personas que no saben qué votar, ni siquiera si van a pasar por las urnas, lo cual evidentemente determina el resultado. Lo más evidente es que el equilibrio entre PP y PSOE en Aragón está muy presente por lo que habrá que ver cómo quedan las minorías porque en función de sus votos se modificarán los resultados. En estos quince días, poco se les ha aclarado a los indecisos, al menos aparentemente. Está por ver la movilización de la izquierda, cómo aguantan partidos que se han desestabilizado en los últimos meses como PAR y Ciudadanos y si la extrema derecha tira más fuerte que en territorios como Andalucía.

El campanazo final sería que la abstención en Aragón fuera mínima. A quien sea, pero hay que votar.