EL ARTÍCULO DEL DÍA

Zaragoza, capital de la inteligencia emocional

Más de 500 personas participaron en las actividades del quinto congreso de la especialidad

Rafael Sánchez Sánchez

Rafael Sánchez Sánchez

Zaragoza se convirtió la semana pasada en capital internacional de la inteligencia emocional. Así lo afirmó Juan Antonio Planas, presidente de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía cuando presentó el V Congreso de Inteligencia Emocional y Bienestar. Más de 500 personas participaron de las conferencias, simposiums, talleres, comunicaciones..., una auténtica fiesta de la emoción, desde la vertiente científica y práctica, que tuvimos la suerte de vivir quienes participamos en este evento, acompañados de participantes no sólo de España, sino de Europa y de América. Nuestra ciudad es ya un referente en esta materia, no sólo por la celebración de cinco históricos congresos, sino por el impacto que está teniendo en la ciudadanía, en las universidades, en los centros educativos, en la administración pública y hasta en el ámbito político. Además, podemos llenarnos de orgullo por la cantidad de profesionales de la educación, de la psicología y de la empresa de nuestra comunidad aragonesa que investigan, promueven, difunden y ponen en práctica los postulados de la Inteligencia Emocional.

Prueba de ello es que en estos congresos se cuenta con la valía no sólo de prestigiosos profesionales de España como Pablo Berrocal, Rafael Bizquerra o Patricia Ramírez sino de personas de Aragón que se van postulando como grandes expertos en esta materia: Martín Pinos, Ana Rodríguez, Carlos Hue, Francisco Royo y Alejandra Cortés, entre otros muchos.

En los análisis y reflexiones sobre la educación emocional se proyectan de manera sólida una serie de disciplinas íntimamente relacionadas que constituyen la base de la investigación y de las propuestas prácticas. Nadie es un verso suelto. Todos formamos parte del poema social de la vida. Las personas no podemos vivir aisladamente; por ello, las relaciones humanas, la interacción social nos caracteriza y nos determina como seres sociales necesitados de nuestros congéneres. Los avances en la neurociencia en consonancia con disciplinas como la psicología, la pedagogía, la sociología y la antropología, están revolucionando el avance de la inteligencia emocional, en un camino cuyo proceso busca con afán hacer un mundo más feliz.

La vida cotidiana está llena de complejidad, en ella se producen significativas evidencias de vulnerabilidad cuyas causas están no sólo en el anonimato de la sociedad en su conjunto, sino en el interior de las personas. Echar la culpa de todo a entes políticos y sociales no soluciona el problema, tenemos que ir a la raíz de los entornos sociales donde se producen las relaciones humanas: la familia, la escuela, la empresa, el barrio, la pandilla... El bienestar humano está relacionado con la calidad de las relaciones que se establecen con las personas, con el entorno ambiental, con las instituciones políticas y sociales. El centro neurálgico del bienestar se produce en el interior de cada persona cuando sus relaciones son saludables, basadas en la comprensión, la tolerancia, el respeto y la aceptación del otro sea quien sea. Conocer nuestro carácter, nuestra personalidad, nuestro entorno socio-comunitario y aprender a vivir nuestras emociones es un objetivo en el que nos deberíamos implicar todos.

Si queremos contribuir al bienestar y a la mejora de las personas sería necesario planificar estrategias operativas transversales que se anticipen a los problemas y conflictos que se presentan en nuestra sociedad: adicciones, suicidios, violencia de género, violencia racista, sectarismo, trastornos mentales, rupturas familiares, etc. Incluso me atrevería a decir que no nos podemos conformar con buscar el bienestar, sería bueno ir más allá, es decir, conseguir el bien-ser. De nada serviría conseguir riqueza material que contribuye al bienestar, pero no conseguimos riqueza espiritual, aquella que nos fortalece en nuestra interioridad, aquella que nos capacita para tener una buena relación consigo mismo y con los demás. En definitiva, con estos congresos y otras iniciativas se quiere trasladar a la sociedad la necesidad de aprehender inteligencia emocional como un proceso de búsqueda continuo en busca de la paz interior propia y ajena.

Deseo que este artículo sea un homenaje a mi amigo, recientemente fallecido, Antonio Reloba, alma máter de estos congresos, perteneciente a la Junta Directiva de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía, un hombre valiente y generoso, con una inteligencia emocional y social inmensa y contagiosa.

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