La indignación que provocó en medio mundo la gran crisis de 2008 desencadenó quejas y manifestaciones por doquier, como el movimiento 15M. Algunos se subieron a la oleada de protestas y crearon el partido político Podemos, orquestado con maestría en los primeros momentos por Pablo Iglesias, un joven ególatra que supo ilusionar a los alternativos, a los desencantados y a parte de la Izquierda. Este partido irrumpió con fuerza en las elecciones al Parlamento europeo de 2014, logrando más de un millón doscientos mil votos y cinco diputados; siguió creciendo y en las elecciones generales de 2016 alcanzó más de cinco millones de votos y 71 diputados, quedando a sólo punto y medio del PSOE. En Podemos pensaron que el sorpasso estaba al alcance de la mano y que en las siguientes elecciones arrebatarían a los socialistas la condición de primera fuerza política de la Izquierda. No fue así. Los que denunciaban que los políticos se habían convertido en una casta se transformaron a velocidad de vértigo en miembros entusiastas de esa misma casta, y olvidaron por completo los compromisos éticos y vitales que habían prometido cumplir, como seguir habitando en la misma vivienda, no cobrar como cargos públicos más de tres veces el salario mínimo, y tantas otras cosas. Pese a que Podemos perdía votos de modo acelerado, pactó con el PSOE de Pedro Sánchez a cambio de cinco sillones en el Consejo de Ministros.
Al frente de esos ministerios, Podemos afrontó la gestión con más propaganda que conocimiento y fracasó en su intento de mejorar algunas leyes, como la del sólo sí es sí, desencadenando un fiasco considerable, además de protagonizar esperpénticos episodios, como los de la inefable Secretaria de Estado de Igualdad, esa mujer que quiso imponer por decreto la forma de amar y de practicar sexo. En caída libre desde 2019, Podemos ha fracasado estrepitosamente en las pasadas elecciones autonómicas y municipales, no logrando un solo escaño en Valencia, Aragón o Madrid, y ni un concejal en Madrid, Valencia, Zaragoza o Sevilla.
El domingo 26 de mayo la gente le ha dicho «no» a Podemos, lo que ha desatado una cascada de dimisiones de cargos de segundo nivel, pero sus inanes dirigentes máximos ahí continúan por el momento, pegados al cargo como lapas, enroscados en sus posiciones, sin asumir un ápice ni su fracaso ni su incompetencia, dispuestos a seguir amarrados al puesto hasta el desastre final, aunque ahora sea enrolados, de favor, en ese gaseoso e insustancial experimento llamado Sumar.