Mezclado y bien agitado

La verbena democrática del Partido Popular se vio cortada por el anuncio: elecciones enseguida

Rafael Campos

Rafael Campos

La fórmula Martini del panoli cerocerosiete podría servirnos para titular del panorama patriótico y monumental del momento. La verbena democrática del Partido Popular, tras su reciente triunfo electoral, se vio cortada como cualquier mala leche por el anuncio: elecciones enseguida, pronto, ya, en menos de dos meses. Y todo el mundo a rebato. Y la virreina castiza del Madrid de todas las Españas ni siquiera ha podido gozar, hombre, mujer, de su monumental triunfo electoral. Otra jugada del socialcomunismo a la gente de bien.

Aparte de los listos de nacimiento, que ya se lo habían anticipado al cuñado de guardia –en España listos y cuñados son legión– nadie esperaba esta reacción del presidente traidor, felón, perro, y a ver cuándo lo detienen, que parece que dijo Haragán primero de España en algún arrebato (Por ahora se conforma con la detención; veremos). Así que todos los medios de comunicación, teles, radios, prensa convencional, digital, podcastses, barras de cañita y pincho tortilla, peluquerías, gimnasios, oficinas de todo negociado, conventos, conventos de clausura, de media pensión, claustros de colegios: religiosos subvencionados (todos, o sea), laicos, públicos, esquinas, rincones, paseos y playas y otros etcéteras en general del reino, echando humo para situarse ante la noticia.

Las antenas madrileñas: antena tres, antena cuatro, antena cinco y antena seis, con sus anarosas, terradillos y demás villarejos y villarejas; sus fieles asalariados y colaborares despertados para la ocasión (la patria en peligro, venid a salvarla), montaron apresuradas mesas informativas haciendo guardia sobre los luceros y, vigilantes autoproclamados y propagandistas de la libertad madrileña y cañí, se pusieran enseguida a aclararnos a los votantes del reino qué debíamos entender que estaba ocurriendo; por qué el presidente había decidido las elecciones el mes que viene, que no era sino para perpetuarse en el sillón de la Moncloa y sólo para eso; no como los otros aspirantes impelentes, que lo harían para sacrificarse por nosotros y librarnos del todo mal socialcomunista; para que seamos felices, y para que podamos tomar cañas en todas la barras de todos los bares de España, ese gigantesco Madrid que tanto les gusta. Veremos la juerga que nos están preparando. Por España, siempre por España.

Al señor Feijóo, esa perla gallega venida desde su Galicia natal, que dejó como una malva, sobre todo Lugo y Ourense –y que sigue siendo gallego porque nació en Galicia según una de sus ideas propias más deslumbrantes–, al señor Feijoo, decimos, pareció parecerle bien el adelanto al principio –«cuanto antes, mejor», dijo-, porque se conoce que arde de deseos de llevar a la patria por el camino del bien, derrotar a ETA, reducir los precios de los alimentos mediante esmerado arte gallego, volver al salario mínimo donde estaba, subir las pensiones al 0,25 por ciento otra vez –y no esta exageración del IPC–, bajar la gasolina y la luz rezando al apóstol, animarnos al seguro privado, y en fin, todas la ventajas de las que gozan ya los españoles de bien y hasta los de regular; que no hay más que verlos tan contentos disfrutando del paraíso liberal entre cañas fandanguillos y alegría, y helados de cucurucho con más de cien sabores entre un centro de salud y otro.

Y ya con estas cosas, con don Moderao hablando inglés en dos semanas o menos y demás asombros semejantes, todo será un no parar de gozar de la libertad específicamente inventada en Madrí por la señora Virreina, que cuando logra poner la frase en orden, nos dice que no desea otra cosa que nuestra felicidad y que disfrutemos todos como ya lo vienen haciendo en su dominio. Igual un día nos sorprende con el mapa de Madrí limitando al norte con Islandia, y al sur con Ciudad de Cabo. Que maceren con otro par de gintonics a su Rasputín, le sujeten el cubata un poco, se ponga y ya vemos otra vez a los gloriosos tercios desfilar por Europa bajo el eterno sol de España, donde de nuevo comienza a amanecer. De momento ya se dice por todo el sistema solar que en Madrí nunca se pone. El sol, digo.

Mas no todo está perdido. A la izquierda de la izquierda del muro, las numerosas izquierditas preparan la resistencia contra los caminantes blancos: ni una ciudad, ni un barrio, ni una manzana sin su partidito, movimientito, cosita, etc. Huesca en la memoria reciente: cuatro partidos imprescindibles partidos, cuatro; y todos rozando el larguero del cinco por ciento. Casi el veinte por ciento de votos a la basura. Aún asombra tanta sagacidad política en los jefecillos y jefecillas. Alguien se está partiendo de risa, adivinen. ¡Son tan entretenidos! .

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