EL ARTÍCULO DEL DÍA

Leer, leer, leer... y comprender

El fracaso académico del alumnado proviene de las deficiencias en la comprensión lectora

Jesús Jiménez Sánchez

Jesús Jiménez Sánchez

Comprensión lectora. ¿Ha bajado el nivel desde la pandemia? ¿O es que se lee menos? ¿Solo se comprende lo que muestran ciertas (no todas) las imágenes? ¿Qué hacer desde dentro (y desde fuera) de las aulas?

El último Informe PIRLS (Progress in International Reading Literacy Study) ha puesto de manifiesto algo que era esperable por el previsible impacto que podría tener la pandemia covid-19 en los sistemas educativos. En la mayoría de los casi 60 países estudiados se aprecia una bajada de la comprensión lectora en el alumnado de entre 9 y 10 años de edad. En España, el descenso (de 528 puntos en 2016 a 521 puntos en 2021) es menos brusco que en otros de nuestro entorno, pero aun así no deja de ser significativo y, hasta cierto punto, preocupante. Los estudios de la Asociación Internacional para la Evaluación del Rendimiento Educativo (IEA, en sus siglas en inglés) son bien reconocidos y, al igual que los de PISA, no deberían echarse en saco roto ni quedar reducidos a unos titulares de prensa únicamente con interés informativo durante la semana en la que se hacen públicos. Es saludable chequear, en este caso cada cinco años, las habilidades en lectura de los escolares para sacar las consecuencias pertinentes en los centros y en el conjunto del sistema educativo.

Aunque puedan servir de referencia, no se trata tanto de establecer simplistas (y muchas veces interesadas) comparaciones entre países y entre comunidades autónomas, donde se disponga de datos, sino de reflexionar con cautela sobre los resultados obtenidos (actuales y anteriores) en un estudio tan valioso y con reflejo directo en nuestro concreto territorio.

Plantearse que las alumnas y alumnos sean capaces de adquirir y usar la información, extraer conclusiones e interpretar e integrar las ideas de un texto debiera ser un objetivo pedagógico de primer orden. Muchas de las causas del abandono escolar y del fracaso académico de un porcentaje muy significativo de nuestro alumnado, incluso en los niveles universitarios, provienen de las deficiencias en comprensión lectora. En consecuencia, habría que tomar medidas para mejorar la situación actual, tanto dentro como fuera de las aulas.

En primer lugar, en el fomento de lectura libre. Leer, leer y leer. Fundamental. Generalmente, se produce una curiosa evolución personal. Según el Barómetro de Hábitos de Lectura (Ministerio de Cultura), la afición a la lectura surge en la infancia, es alta (74,5%) en la etapa (10-14 años) escolar, se va perdiendo conforme se llega a la adolescencia y baja mucho (52,4%) a los 18 años. Inmediatamente vienen preguntas que pueden relacionar estos datos con los proporcionados por PIRLS. ¿Hasta qué punto influye la rigidez del sistema educativo, cuyo icono central es el libro de texto, en el abandono de la literatura infantil y juvenil? ¿Cuánto se utilizan las bibliotecas (las escolares y las públicas) en actividades de animación a la lectura? ¿En qué medida las pantallas inducen a dejar aparcados los libros?

En segundo término, en la enseñanza y aprendizaje de la lectura. Básico. Leer es el proceso de descifrar y comprender el significado de las palabras en un texto. Comprender, interpretar y valorar textos orales, escritos, signados o multimodales sencillos (RD 157/2022) es uno de los descriptores operativos de la competencia clave de comunicación lingüística en la etapa de Primaria, base para el pensamiento propio y para la construcción del conocimiento en todos los ámbitos del saber. Bien. El problema es cómo conseguirlo. La lectura no puede «pararse» en el primer ciclo ni circunscribirse solo al área de lenguaje. Se aprende a leer (bien y mejor) en un proceso continuo a lo largo de los años y, en consecuencia, habría que recordar que insistir en la lectura es tarea de todo el profesorado, independientemente del área que imparta. No puede ser que las faltas de ortografía «cuenten» en Lenguaje y se pasen por alto en Matemáticas o que los textos de los libros de texto empleen un lenguaje críptico e inapropiado para el curso al que van dirigidos. Si no se comprende y asimila lo que se lee, difícilmente se puede progresar en nuevos aprendizajes.

La compresión lectora es un principio pedagógico de la Primaria y desde hace tiempo en todas las aulas de esa etapa debería dedicarse un tiempo diario a la lectura (LOE, art. 19). Otra cosa es que se haga y cómo se haga. Porque se habla mucho de poner el acento en las competencias clave y a la hora de la verdad casi todo va enfocado a la evaluación. Habrá que cambiar de enfoque. Dedicando tiempos a la lectura libre y a la creación de textos personales y colectivos, con flexibilidad de espacios y horarios. Leer mucho más en clase y fomentar la lectura en las familias. Y proporcionar ayudas y refuerzos a quienes lo necesiten. Reduciendo la ratio en grupos con dificultades (desconocimiento de nuestro idioma, por ejemplo) y apoyos en el aula al alumnado con necesidades. Proporcionando materiales o facilitando su adquisición a las familias en situación de desventaja social. Combinando, si se quiere, la lectura en pantalla y en libro, porque no pueden cerrarse los ojos ante la realidad actual. Abriendo las bibliotecas de los centros públicos y las bibliotecas municipales a toda la ciudadanía.

Leer para comprender y comprender lo que se lee. Esa es la reflexión a la que nos lleva el último estudio PIRLS.

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