En la lona colgada por Vox en una emblemática esquina de Madrid, (retirada por orden de la Junta Electoral Central), se lanzaban a la papelera símbolos del feminismo, el colectivo LGTBI, el movimiento okupa, el comunismo y el independentismo entre otros. En esa aberrante propaganda de exclusión hay un símbolo que me llama la atención: la Agenda 2030.
¿En qué consiste? ¿Por qué la extrema derecha tiene esa obsesión contra ella?
La Agenda 2030 fue aprobada en el año 2015 por la Asamblea General de Naciones Unidas con el voto unánime de los 193 países presentes tras tres años de intensas negociaciones y diálogo entre gobiernos, sociedad civil y millones de personas involucradas en todo el mundo. En el caso de España fue Mariano Rajoy junto al rey Felipe VI quienes la rubricaron ese mismo año. Colocar en el centro de las políticas a las personas y al planeta y proporcionar a la comunidad internacional la guía y el ímpetu necesario para abordar los grandes desafíos que tiene la humanidad es la base de los objetivos aprobados.
Los 17 objetivos marcados van desde erradicar la pobreza extrema y el hambre al fin de la malnutrición, pasando por combatir la desigualdad y el cambio climático, asegurar la igualdad de género y los derechos humanos, garantizar el acceso universal a la sanidad y educación de calidad, garantizar la gestión del agua y la energía, erradicar la desigualdad de los países y dentro de ellos, o promover el trabajo decente y el pleno empleo (para ello se plantea crear 600 millones de nuevos empleos en el mundo y mejorar las condiciones de 730 millones de hombres y mujeres que no ganan lo suficiente para superar el umbral de la pobreza que actualmente está en 2 $ al día).
Son enunciados muy generales que cada país va adaptando y que los distintos gobiernos van aplicando, con medidas concretas, en función de sus realidades. Por ejemplo, en 2018 el Gobierno de Pedro Sánchez aprobó «el plan de acción para la implementación de la Agenda 2030» que depende de una Secretaria de Estado con la misma denominación.
También hay 20 países que no están dentro de ella, Arabia Saudí, Corea del Norte, Birmania, Nicaragua, Siria, Yemen, Moldavia... entre otros, que tampoco firmaron el Acuerdo de París sobre el cambio climático y tratan de boicotear todos los actos que Naciones Unidas patrocina al respecto.
La desinformación y los bulos de todo tipo en las redes sociales han sido constantes desde que fue aprobada, y en especial con el impacto de la pandemia y la emergencia climática. Se ha dicho y se dice de todo, desde que en Países Bajos se había prohibido el consumo de carne por la Agenda 2030, pasando por decir que «la Unión Europea recomienda a los ciudadanos no cenar para dormir mejor por la noche», o que la Agenda 2030 promueve las relaciones sexuales entre niños y niñas, o la abolición de la propiedad de los vehículos privados... Todos dentro de una campaña para demonizar y centrar contra ella todo tipo de agravios.
El porqué la extrema derecha está obsesionada contra ella tiene diferentes respuestas en función de cada país, pero hay un tronco común: están en contra de las políticas medioambientales y con esta posición han visto la posibilidad de entrar electoralmente en el mundo rural. Las noticias falsas, los bulos, las predicciones catastrofistas son mensajes que llegan fácilmente a este sector. Por eso han negociado con el PP quedarse con las consejerías de agricultura en Castilla y León, en Extremadura y, hasta ahora, en País Valenciá. Al mismo tiempo, negocian con el PP propuestas programáticas para aumentar regadíos, hacer trasvases, permitir pesticidas, aumentar la caza o permitir la extinción de especies animales protegidas... etc.
Es curioso que en los acuerdos de la extrema derecha y la derecha extrema no hay alusiones al cambio climático. Eso sí, se eliminan carriles bici en Valladolid, Palma de Mallorca y Elche, al tiempo que se levantan las limitaciones de circulación en los centros urbanos sobresaturados.
No es exclusivo de Vox. Están copiando la Italia de Meloni, la América de Trump, el Brasil de Bolsonaro, la extrema derecha de Alemania, el modelo Le Pen en Francia. Han convertido la agenda medioambiental en una batalla ideológica, cuando es el mejor medio para construir un modelo de desarrollo económico del presente y del futuro sin cargarnos el planeta.
Cuando Abascal brama contra ella y la califica de «agenda criminal» en su último mitin en Zaragoza, utiliza el descontento que las políticas de transformación medioambiental tienen en algunos sectores de la población, y cuando la identifica como «medidas de las élites contra el pueblo», busca en el populismo negocio electoral.