Opinión
La revolución de los ricos
Se trata es de una auténtica guerra, aunque no nos hayamos percatado
Marco d´Eramo en su libro Dominio. La guerra invisible de los poderosos contra los súbditos, defiende que en los últimos 50 años se ha llevado a cabo una auténtica y gigantesca revolución de los ricos contra los pobres, de los amos contra los súbditos, de los dominadores contra los dominados. Antonio Ariño y Juan Guerrero la han documentado también en su libro La secesión de los ricos.
No deja de ser llamativa esta revolución, porque en el desarrollo de la historia vinculamos la palabra revolución con los oprimidos que se levantan contra sus opresores. No faltan ejemplos; los niveladores que decapitaron al rey Carlos I en 1649; los sans-culottes entrando en La Bastilla en 1789 y la guillotina aplicada a Luis XVI en 1793; los esclavos negros haitianos que en 1801 declararon la independencia de Haití: o los bolcheviques tomando el Palacio de Invierno en San Petersburgo en 1917 y el posterior fusilamiento en 1918 del zar Nicolás II; Castro y el Ché Guevara asaltando el cuartel Moncada en 1953 y expulsando al dictador Fulgencio Batista en 1959. Nos dicen que las revoluciones siempre han creado monstruosos tiranos, pero se nos olvida que, si hoy no somos siervos de la gleba, si no somos analfabetos, si hay un mínimo de democracia, se lo debemos a las revoluciones y a la francesa en primer lugar. Y también a la Revolución Rusa que condiciona todo el siglo XX. El miedo a ella propició las reformas en Occidente obligando al capitalismo a hacer concesiones a las clases trabajadoras, como el Estado del Bienestar. Tras la caída de la URSS como no había revolución posible, la frustración de los trabajadores dejó de ser peligrosa.
Esta revolución de los ricos ha sido una revolución invisible, una stealth revolution, la revolución sigilosa, como la denominó la filósofa estadounidense Wendy Brown, donde el adjetivo stealth, «sigiloso» se usa en la terminología bélica, de la aviación militar: los bombarderos son stealth si no los detectan los radares.
Esta metáfora militar es muy idónea, porque de lo que se trata es de una auténtica guerra, aunque no nos hayamos percatado. Ya lo reconoció, en 2006, uno de los hombres más ricos del mundo, Warren Buffett, a un reportero del New York Times: «Es evidente que hay una guerra de clases, pero es mi clase, la clase rica, quien la encabeza, y estamos venciendo». En 2011, Buffet reiteró: «no ya que los ricos estaban venciendo esa guerra, sino que ya la habían vencido». Y no es un extremista de izquierdas quien lo dice, sino uno de sus protagonistas, un multimillonario. Y la victoria ha sido total.
Nada más hay que constatar el trasvase de rentas producido en estas décadas desde el mundo del trabajo hacia el capital. Jeffrey Winters ha estudiado en el libro Oligarquía (2011) la historia de los más ricos, desde las oligarquías de la Antigua Grecia hasta los multimillonarios que hoy lideran el ranking de Forbes. Examina las estrategias de las grandes fortunas para defender sus bienes y los problemas que su éxito está causando al mundo moderno. Han pasado ya doce años de su publicación, pero sigue vigente. Hoy 62 personas tienen la misma riqueza que la mitad de los habitantes del planeta (unos 3.600 millones). En los EEUU los 20 más ricos tienen una fortuna equivalente a la de la mitad de los norteamericanos (unos 160 millones). Algo sin parangón en la historia de la humanidad. Un senador del imperio romano en la cima de la escala social, era 10 mil veces más rico que una persona promedio. En EEUU, los 500 más ricos tienen cada uno 16 mil veces más que un americano promedio. Ni siquiera en las épocas con esclavos, la riqueza estaba tan concentrada como hoy.
Ese triunfo de los de arriba sobre los de abajo ha sido posible por la implantación de un neoliberalismo desbocado. En el libro de d´Eramo hay dos capítulos titulados: Fábricas de ideas de asalto y Las ideas son armas, donde señala que si las ideas son armas, entonces los neoliberales con su dinero han puesto sus miras en las universidades (En España las privadas), donde se procesan y se diseñan; en los think tanks (FAES), que son las fábricas donde esas ideas se empaquetan en una forma utilizable; y en los medios de comunicación (MC) de masas (Atresmedia y Mediaset), que las distribuyen entre el público en general, para convertirlas en «opinión pública». Los MC de masas, ya casi todos trabajan para el proyecto neoliberal, estabilizan el status social y económico, y trasmiten la visión política de las élites económicas. Y, al servicio de estas, está la clase política. Un ejemplo actual y contundente: los gobiernos autonómicos de PP-Vox con rebajas fiscales en impuestos de patrimonio y sucesiones.
Como contraste, ¿cuáles son las nuevas ideas que se le han ocurrido a la izquierda en los últimos 40 años? Ideas para entender el mundo, ideas sobre cómo cambiarlo. Lo último, nos dice d´Eramo, que recuerdo son las tesis de André Gorz sobre el problema del tiempo (¿tiempo libre o liberado?). Hace tiempo que no producimos ninguna idea. Después de todo, lo que ha ocurrido es lo inverso de la vieja consigna de que «el movimiento obrero recogerá las banderas que deje caer la burguesía». En este caso, hemos visto a la burguesía (por burguesía no son notarios, abogados, médicos, clase media-alta, sino los poseedores del capital, en el sentido marxiano) hacer suya la idea de hegemonía que la izquierda ha olvidado.
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