El Periódico de Aragón

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Juan Bolea

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Juan Bolea

Mensajes y silencios

Lógicamente, hay bastante expectación acerca de lo que Josep Borrell pueda opinar a propósito de la amnistía a sus paisanos del procés. Hasta ahora, el comisario europeo, probablemente el político español con mayor prestigio, había venido siendo un bastión del PSOE contra el independentismo catalán, contribuido muy didácticamente a criticar sus locuras y difundir sus carencias. Pero, curiosamente, ahora, con respecto a la posible aprobación de una ley de amnistía, guarda silencio.

Su hijo, en cambio, Joan Borrell, excelente diplomático (número uno de su promoción) a quien conocí en Panamá estando él entonces destinado como segundo en la embajada española (en la actualidad presta servicio en la Subdirección General del Magreb), ha publicado un tuit instando al presidente del Gobierno a que se «mantenga firme» frente a las pretensiones del secesionismo catalán, expresando su esperanza de que «el jefe del Ejecutivo dejará claro que el futuro de nuestra democracia es mucho más importante que el ejercicio, siempre efímero, del poder».

Coincide este lúcido mensaje de Joan Borrell con la marcha triunfal de Oriol Junqueras a Madrid anunciando en la puerta del Congreso de los Diputados que la amnistía ya es un hecho, pues los socialistas, afirma, se han comprometido a concederla. Estando él (Junqueras) en posesión de dicho compromiso y tal información, la desea compartir con todos los españoles, en la seguridad de que se alegrarán mucho.

Pedro Sánchez, sin embargo, guarda silencio, como Josep Borrell (aunque por razones distintas), pudiendo encubrir la reserva presidencial un acuerdo o muchas dudas. Si quiere cerrar la cuadratura del círculo, Sánchez puede meterse en una esfera infernal que ríanse de los purgatorios de Dante.

Otros socialistas como el propio Felipe González ven con malos ojos leyes de amnistía que, antes que a prófugos y convictos, hagan arrodillarse al Estado de Derecho en una política al revés, de post—verdad, coyuntural y, según con qué se enrede, muy peligrosa. Contra la disolución de la nación la vieja guardia y jóvenes talentos socialistas coinciden en destacar su espíritu federalista, aunque no atraviese sus mejores momentos. Perderlo para justificar la existencia de cuatro partidos provincianos y separatistas, ¿qué sentido tendría?

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