Opinión | CON SENTIDO / SIN SENTIDO

'Roma vincit!'

La espectacular secuencia que abre Gladiator (Ridley Scott, 2000), con las legiones machacando a los germanos, culmina con el grito de Roma vincit!, ¡Roma ha vencido! Así se forjó su imperio, fundamentado en una hábil mezcla de pragmatismo, estrategia, tecnología y falta de escrúpulos. No voy a abundar en la ocurrencia de La vida de Brian (Monty Python, 1979): ¿qué nos trajeron los romanos…?; pero lo cierto es que, además de muchos progresos civilizadores, Roma ha legado a Occidente una actitud depredadora que está poniendo el planeta al borde del abismo. Los indígenas europeos en general, y particularmente los celtas por lo que sabemos, tenían una relación de equilibrio y respeto con una naturaleza que formaba parte de un todo del que participaban también animales y humanos. Romper esa armonía era ofender a los dioses y acarreaba terribles consecuencias. Para los celtas determinados bosques eran un ámbito sagrado, para los romanos todos eran potenciales producciones de grano o lo que fuese. Ese impulso colonizador y explotador lo hemos continuado los europeos tras la romanización y es el que trasladamos a América. Allí también nos topamos con indígenas que respetaban, como los nuestros prerromanos, la Pacha Mama en sus distintas advocaciones, pero acabamos imponiendo el mismo modelo depredador que luego aplicamos en Asia, Oceanía o África. El beneficio primaba por encima de todo, en las antípodas de lo que Alce Negro, el último guardián de la Pipa sagrada, proclamó desde las colinas negras de Harvey Peak en 1872: «porque veía de un modo sagrado, las formas del espíritu de todas las cosas, y la forma de todas las formas de la manera en que deben vivir juntas, como un solo ser». Nos urge volver a mirar la naturaleza como algo sagrado, unitario, inviolable. Nos urge enterrar el legado esquilmador de Roma para poder sobrevivir.

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