Opinión
El efecto Airtex
La deslocalización de esta empresa a Rumanía abre una nueva herida en la industria aragonesa, un sector que representa la quinta parte del PIB y del empleo de Aragón y al que conviene prestar una mayor atención si se quiere proteger como gran fuente de progreso

Protesta de los trabajadores de Airtex por su traslado a Rumanía / Miguel Ángel Gracia
¿Qué puede llevar a una compañía a dejar un territorio donde ha echado raíces y ha obtenido importantes beneficios para trasladarse a otro país? Las razones estratégicas de las empresas para tomar determinadas decisiones pueden ser muy diversas, pero en el caso de Airtex responden a un componente meramente especulativo y a una falta de escrúpulos, que, al contrario de lo que pudiera parecer en pleno siglo XXI, hoy todavía existe. Esta nula responsabilidad social ha sido el detonante de una nueva crisis industrial que recuerda mucho a la cicatriz que dejó sin empleo a 114 empleados de Schindler, que echó el cierre sin inmutarse y se llevó la producción a Eslovaquia y Suiza hace ahora tres años.
Esta deslocalización de manual vuelve a pasar factura a uno de los sectores más pujantes del tejido económico aragonés, algo que activó un frente común entre el Gobierno de Aragón, los sindicatos y la patronal del Metal. Sus representantes celebraron una tensa e intensa reunión el pasado jueves, en la que se expusieron multitud de argumentos que echaron por tierra las justificaciones injustificables de un directivo que tenía claro que la decisión de deslocalizar la fábrica de la Plataforma Logística de Zaragoza (Plaza) a la ciudad de Ploiesti (Rumanía) no tenía marcha atrás. Poco importaban las casi 100 familias que deja en la calle, la pérdida de un importante proveedor del automóvil en la comunidad y una herida abierta en el sector. Y todo ello, tras haberse embolsado ayudas autonómicas por valor de casi 900.000 euros durante los últimos años, una cantidad que la vicepresidenta del Gobierno de Aragón y consejera de Economía, Empleo e Industria, Mar Vaquero ya ha reclamado a la compañía «por no cumplir con su compromiso con esta tierra». Pese a todo, Airtex se irá de rositas.
El ADN de multinacionales como Trico es nítido: maximizar beneficios a costa de lo que haga falta. Si no, no se explica que deje Zaragoza después de casi triplicar su beneficio neto en 2023 e incrementar su volumen de ventas en un 3,8% en ese mismo periodo. Por si eso fuera poco, repartió 33,9 millones de los beneficios obtenidos con su fábrica de Plaza en créditos a otras empresas del grupo distribuidas por todo el mundo, según ha contado este diario en los últimos días de negociación de un expediente de regulación de empleo (ere) que el viernes certificó la defunción de la factoría. A cambio, los trabajadores recibirán indemnizaciones de 53 días por año trabajado con un máximo de 25 mensualidades y una paga líneal de 7.000 euros para los 91 afectados. Y ya está.
Las trabas a la fuga de empresas previene de los riesgos de verse seducidos por cantos de sirena bajo el señuelo de promesas por cumplir
El segundo varapalo de la semana vino de la mano de Amazon, que anunció su renuncia a abrir la macronave de 144.000 metros cuadrados que ha levantado en La Muela, donde iban a trabajar alrededor de 1.500 personas. Esta fallida operación, pese a las críticas políticas cruzadas, solo es imputable a un error de cálculo de la multinacional, que nada tiene que ver con el caso de Airtex. Estos dos episodios, no obstante, han rebajado la euforia inversora en la que vivía instalada Aragón desde hace ya algunos años. Quizá por ello, conviene realizar una profunda reflexión a la hora de desplegar alfombrar rojas para albergar nuevos negocios.
La crisis de Airtex vuelve a demostrar que las empresas que se instalan en Aragón han de sellar un compromiso firme con el territorio, bajo unos parámetros claros y concretos, aunque solo sea por respeto a las miles de pymes que levantan todos los días la persiana sin pedir nada a cambio. Las trabas a la fuga multinacionales como esta también previene de los riesgos de verse seducidos por cantos de sirena bajo el señuelo de promesas por cumplir.
Otra de las lecciones aprendidas de esta deslocalización es el valor de la unidad a la hora de llevar a cabo una defensa cerrada del tejido industrial aragonés. Este sector supone el 21% del PIB de la comunidad (cinco puntos por encima de la media española) y representa la quinta parte del empleo autonómico. Las manufacturas generan salarios más elevados en Aragón, atraen talento y mano de obra cualificada y son terreno abonado para la transformación tecnológica y digital de la economía. Además, junto a la energía, la industria está llamada a ser un pulmón de la actividad y el progreso. Hay demasiado en juego.
rbarcelo@aragon.elperiodico.com
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