Opinión
Las primarias que rompieron los partidos
Hubo una época en que las mayorías y minorías de un partido elegían a sus delegados en los congresos, y ahí, se negociaban la composición de los órganos pluripersonales en función de peso de cada una de las corrientes. Un tiempo en que subían al escenario a tomar la palabra los representantes de cada una de ellas, y la discrepancia organizada los hacia más democráticos porque articulaba las diferencias frente a la dirección del partido.
Pero con la llegada de los principios de la nueva política, la denuncia de los partidos políticos como correas de transmisión ineficaces e incluso gripadas entre los ciudadanos y el poder, se fue extendido el procedimiento de elección por primarias como bálsamo para todos los males. Y ahí nos agarramos todos, porque las modas nos arrastran por igual, un militante, un voto, eso era la democracia real. Pasada más de una década, un vistazo rápido, no hace falta perder mucho tiempo, deja ver lo que provocaron. Que se lo cuenten a Íñigo Errejón o a Monedero, a Soraya Sáez o a Pablo Casado, que llegó a la dirección por una elección mixta y salió de un empujón, sin contemplaciones. Que se lo cuenten a algunos del PSOE que se enfrentaron en primarias a Pedro Sánchez, o a cómo se conformó Sumar alrededor del liderazgo de Yolanda Díaz, y no al revés. Hemos conseguido partidos más cerrados, con menos militantes y con un hiperliderazgo que no deja mucha opción a la discrepancia. No sólo en el ámbito nacional sino también en el regional, así las guerras sin cuartel como antes la de Díaz Ayuso frente a su dirección nacional o la de García Page contra Pedro Sánchez se hace en las ruedas de prensa, en los pasillos de Fitur o en las entrevistas de El Hormiguero. Vaciar a los partidos de su capacidad de debate de ideas y de nombres ha desplazado el conflicto al escenario público. Si hasta Espinosa de los Monteros y seguidores van lastimándose off the record que el autoritarismo se ha cebado con Vox, partido desconcentrado y de pensamiento múltiple donde los haya.
Y así García Page, se atreve en un tema delicadísimo para el Gobierno, en el que el ministro Bolaños se ve obligado a hacer unas declaraciones inverosímiles un día sí y al otro también, a arremeter contra su partido. Y esta vez le han contestado, al de las mayorías absolutas en Castilla–La Mancha, que sabe cuál es su electorado y lo difícil que penetra en la meseta lo del independentismo, pero se olvidan que Page también gana para hacer a Sánchez presidente. La perdida de la visión de grupo debilita a los partidos, la discrepancia en los órganos internos los enriquece, pero como ahí no hay lugar, nos la cuentan a los ciudadanos.
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