Opinión | fuera de campo

Parabrisas de memoria y miedos

Limpiar en vaivén las primeras gotas. Si guardamos temporalmente nuestras últimas informaciones procesadas a veces tenemos memoria caché, y otras, memoria poché, si nos encontramos muy cocidos y sin cáscara. Proclamado por la Organización Mundial de la Salud y auspiciado por Alzheimer’s Disease International, hoy sábado 21 de septiembre se celebra el Día Mundial del Alzheimer, considerada como una de las nuevas epidemias de nuestro siglo. Por este motivo, anteayer el Teatro de las Esquinas acogió la obra de teatro Aquellas migas de pan, bajo el libreto de la dramaturga estadounidense Jennifer Haley, guionista de series como Mindhunter y Hemlock Grove, y exploradora de la moral ante los nuevos escenarios digitales del deseo y la adicción. Ahora, con Breadcrumbs aporta su importante grano de arena en la lucha contra el Alzheimer.

Habla sobre una escritora que recibe un diagnóstico de demencia temprana, «pero, si miras en profundidad, relata la situación de dos personas aquejadas de una gran soledad y que han combatido ese aislamiento de dos maneras diametralmente opuestas. Estas dos mujeres se juntan, aprenden la una de la otra», destaca Haley. Dos aproximaciones distintas para ahondar en un mismo problema, para saber «enfrentarse a sus miedos», dice su directora Inma Cuevas. Traducida con detalle por Carmen Ibeas, su moderna coreografía otoñal de palabras, emociones y gestos hizo de la suyas por la sensibilidad y el rigor de dos generosas Mónica Bardem y Carmen Ibeas, para una obra viaje y de coraje que mereció todo el aplauso artístico y de lágrima.

Ambas acercaron el tema con delicadeza suma. Y es que Aquellas migas de pan no se olvidó de recordarnos «que el cuidador es una figura fundamental para que síntomas graves den un poco su marcha atrás», dentro de una historia entre dos mujeres que se ayudarán la una a la otra. Como recordó su productor creativo Niko Verona, «son las fases y es lo que ocurre en la realidad. Al final, aquí jugamos con la metáfora de que la adulta se convierte en niña, y la niña, en madre; y ambas, en niñas indefensas que necesitan ser cuidadas». Una obra que invita a que «miguita a miguita, paso a paso» nos conciencemos de la necesidad de abordar un diagnóstico precoz de la enfermedad, pues puede encontrarse diez años antes de su confirmación. Para el 2050 se prevé que el número de pacientes con Alzheimer ascienda a los 131,5 millones.

Así mismo, pasando a otro terreno de la polisemia, ayer se estrenó en los Cines Aragonia una película que hace de lúcido parabrisas a favor de la memoria, esta vez la social, histórica y política: Solos en la noche, del gran Guillermo Rojas, todo un amable sainete sentimental que no sólo nos lleva al 23F sino a un tiempo donde se respiraba otro tipo de cine. Parabrisas a tener limpio para nuestra mirada, para quienes lo vivieron y los que no. Y espejo retrovisor a punto, para que la voz de toda conciencia nos recuerde que los derechos son una frágil conquista cotidiana que también debemos velar. Una crónica sentimental, pues en todo momento apuesta primero por el mapa de las emociones y su ternura.

Pero Solos en la noche no evita mostrar «los miedos y las dudas que atravesó esa democracia tan joven que se ponía en peligro, y de alguna manera quise reflejar el sentir general de la población, y todo lo que hicieron tanto en comunidad como en secreto». Para el cineasta, «cuando uno ya conoce una sociedad sin miedo y más libre donde casi todo es posible, de repente ver cómo una amenaza oscura te puede hacer retroceder todo eso que ya habías conseguido, el miedo es entonces todavía más grande». Un miedo que en la película no sólo atenaza lo político, sino también de forma poética se traslada al compromiso o al miedo de expresar los más sinceros sentimientos.

Tracking Pixel Contents