Opinión | SALA DE MÁQUINAS

Románico y sexo

Puesto que, a primera vista, no hay demasiada relación entre el románico y el sexo, probablemente haya sido esa aparente desconexión la que haya inspirado a la profesora Isabel Mellén a la hora de poner en común esos nada comunes denominadores, a fin de tratar de entender la suma o ecuación de los mismos allá donde, en los remotos siglos del arte románico, pudiera haberse producido.

Que no fue, ni mucho menos, en escasas ocasiones.

Según empezaría a descubrir Isabel Mellén, tras concentrarse en observar con detalle capiteles, canecillos, pórticos, columnas o tímpanos de los siglos XI, XII y XIII, una desconcertante serie de imágenes eróticas, explícitamente sexuales –incluso, según los ojos que las contemplasen, pornográficas–, se ubicaban en el interior de templos cristianos de estilo románico.

Allí, a plena vista de cualquiera, en naves o claustros, habían permanecido durante siglos relieves en piedra o pinturas de hombres y mujeres que se acariciaban o hacían el amor, dibujos o altorrelieves de vulvas, penes, pechos desnudos, imágenes de apasionados besos entre amantes que, en algún caso, eran hombres, penetraciones, partos representados con total crudeza, estampas de la crianza de los hijos... Y toda esa pagana decoración dentro de iglesias italianas o, sin ir más lejos, de templos románicos de Álava o Aragón (Sos del Rey Católico, Ejea, Uncastillo...).

La abundancia de referencias sexuales en la decoración e iconografía del arte románico condujo a Isabel Mellén a teorizar en torno a la sexualidad del primer milenio, a cómo serían en el siglo XI las parejas, los romances, las relaciones sexuales; de qué modo se trataría en el siglo XII el homoerotismo, o el concubinato en el XIII, evitando en todo momento el temido «presentismo» (en acertada definición de la autora, «traslación acrítica de prejuicios y creencias del presente hacia el pasado») y tratando de sostener cada afirmación o juicio en fuentes veraces. El cortejo, el amor cortés, la bastardía, la juglaresca, las fiestas o esponsales serán apéndices al amor y al sexo en el ensayo que Isabel Mellén, profesora de la Universidad de Zaragoza, acaba de publicar con editorial Crítica: El sexo en tiempos del románico. Un libro para disfrutar del arte... y del erotismo.

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