Opinión | CON SENTIDO/SIN SENTIDO

Ruido diabólico

Lo invade todo. El ruido no es solamente físico, la sociedad digital ha inventado el persistente rumor de ceros y unos, todavía más atronador aunque no deje huella en decibelios. Nuestros vehículos son cada día más silenciosos, las ordenanzas municipales controlan el impacto sonoro (aunque lo patrocine el mismísimo Florentino Pérez), pero las ondas electromagnéticas portan un estruendo creciente, invisible aparentemente pero que incide en nuestros saturados cerebros. Nos levantamos con el sonido del despertador, ponemos la radio, la tele o nos enganchamos a los vídeos del móvil durante el desayuno, salimos a calles ruidosas, trabajamos en espacios saturados de sonidos, nos divertimos a golpe de decibelio o concitamos al sueño con un late night show nada silencioso… Ese entorno incide en nuestras mentes que ya están saturadas por el run run de la sobreinformación y sobreimpactadas con todo tipo de mensajes (5.000 publicitarios al día dicen las estadísticas). La reclusión obligada de la pandemia descubrió a muchos que existía creatividad y placer en parar esta rueda del hámster que es nuestra cotidianidad contemporánea, pero me temo que hemos vuelto a las rodadas. No es extraño que aquella espiritualidad oriental que aboga por la quietud y la introspección tenga cada vez más adeptos. En un Occidente desquiciado por batir todas las marcas de crecimiento, consumo y posesión, el yoga promueve precisamente los valores que han quedado anegados por esta avalancha materialista. El dualismo occidental activa la separación (diábolos significa eso), también de la naturaleza y del todo, por eso hay que cultivar el symbolon -lo que une- y religarse al Uno taoísta, al cosmos que la ciencia cada vez revela más interrelacionado. La era diabólica del ruido nos ha privado de la conexión con lo simbólico y lo sagrado (que va más allá de lo religioso). Satanás era esto.

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