Opinión | SALA DE MÁQUINAS

La ‘criatura’

La ciencia apunta a 2050 como la futura fecha en la que podremos ir al médico como los coches van al taller, esto es, para cambiarnos las piezas, o los órganos cuyo uso, deterioro o degeneración así lo aconsejen.

¿Llegará a ser eso posible? Y, en el caso de serlo, ¿qué consecuencias reportará a la conciencia del ser humano, a su identidad y a su manera de comportarse en sociedad?

La sustancia, película ahora en cartelera, dirigida por Coralie Fargeat y protagonizada por Demi Moore (y por un ambicioso diseñador de efectos especiales), da un paso más proponiendo la posibilidad —por el momento, en modo fantasía— de dividir a nuestro ser en dos. Obteniendo, mediante un proceso de clonación no exento de sufrimiento, un alter ego capaz de sustituirnos en la vida normal, con la particularidad de que lo haría en muchas mejores condiciones, al ser más joven, sano e inteligente que el hombre o la mujer (una estrella televisiva en declive, en el caso de la protagonista de La sustancia) que lo alberga. Pero, ¿se entenderán ambos, el padre y el hijo, la matriz y su huésped, ese nuevo binomio nacido de la duplicación, pero conforme a un nuevo modelo más atractivo?

¿Se entendieron acaso el doctor Frankenstein y su criatura?

En el argumento imaginado por Coralie Fargeat no hay ningún doctor ni laboratorio alguno, sino una voz pregrabada que va suministrando instrucciones a aquellos elegidos para inyectarse el elixir de la inmortalidad. Habrá, desde luego, condiciones, aquellas que la voz de esta especie de cibernético dios irá suministrando a sus experimentales pacientes. Felices cuando se han reencarnado en su nueva versión, llena de frescura, con la piel más suave y sin arrugas, con muchas más ganas de vivir y de triunfar… Pero nuevamente deprimidos en los períodos en que deban regresar a su ser original, con sus achaques y decepciones…

Versión o variante, como antes insinuaba, del mito de la creación, pero desprovista de halo divino o exclusivamente presentada desde el lado humano y los sueños de la ciencia. Una película interesante, aunque excesiva en sus efectos especiales y con veinte minutos de más, pero que ha resucitado a Demi Moore, y también a Frankenstein.

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