Opinión | editorial
La brecha de género llega a la sanidad
Las desigualdad que sufren las mujeres respecto a los hombres es una realidad contra la que se ha ido combatiendo en los últimos años en España. Los cambios culturales, económicos y sociales de las últimas décadas han ido calando poco a poco en una sociedad más abierta y más igualitaria con el propósito de que la brecha de género se estreche progresivamente. Sin embargo, todavía queda mucho camino por recorrer. Las diferencias son todavía palpables, principalmente, desde una perspectiva económica. La grieta salarial es algo que se ha enquistado y que aún existe, aunque ello obedezca a factores como la precariedad, la dificultad para entrar en el mercado laboral y la mayor dedicación a los hijos y al cuidado de los mayores, entre otros.
Ahora, un estudio elaborado por el Grupo de Investigación en Servicios Sanitarios de Aragón (GRISSA) pone el acento en otra realidad que ha pasado más inadvertida pero que vuelve a poner el foco en esas diferencias entre géneros. El informe, que ha analizado 390.000 casos de covid en Aragón entre marzo de 2020 y marzo de 2022 y que lleva por título Desigualdades de género en la atención sanitaria en crisis sanitarias: cuando la incertidumbre puede conducir a la desigualdad, concluye que la pandemia evidenció diferencias en la asistencia sanitaria entre hombres y mujeres, ya que estas ingresaron en hospitales y unidades de cuidados intensivos (uci) con menor frecuencia que los hombres. Además, sus estancias fueron más cortas. «Existen diferencias en la atención sanitaria prestada a hombres y a mujeres» y, aunque se redujeron a lo largo del covid, «persistieron incluso después de considerar factores como la edad, su nivel socioeconómico, la existencia de otras patologías o el lugar de residencia» apunta.
Las conclusiones que avalan la tesis del estudio señalan que el 77% de los hombres que murió a causa del covid a los 30 días del diagnóstico habían estado ingresados, una cifra que se reduce hasta el 69% en las mujeres. También fue mayor el ingreso de ellos respecto a ellas en las uci (un 10,7% en hombres frente al 3,6% en mujeres). Esa situación de «vulnerabilidad» tiene mucho que ver el rol social de cuidadoras que desempeñan, señala el informe. «Al final, las mujeres cuidan a sus familias, maridos, pero luego se van quedando viudas y cuando empiezan a enfermar y a necesitar cuidados tienen menos apoyo familiar, están más solas, y son remitidas a residencias con más frecuencia», añade.
En definitiva, las diferencias económicas, la precariedad y las inercias sociales heredadas determinan asuntos tan relevantes como la salud, su diagnóstico y tratamiento, y ahí las mujeres también salen perdiendo, algo que no resulta admisible en pleno siglo XXI. La perspectiva de género debería ser tenida en cuenta a la hora de abordar esta realidad.
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