Opinión | erre que erre
Vamos a contar mentiras

El Rey y el presidente de la Generalitat valenciana, Carlos Mazón, durante la visita a Paiporta. / Carlos Luján - Europa Press
Antes se decía que los periódicos y, por extensión los periodistas, eran unas máquinas de contar mentiras. Probablemente la derivada venía del régimen anterior, pero el caso es que aún ahora se escuchan frases de ese estilo. La pandemia vino a devolver la importancia de los grandes medios de comunicación al dotarles la ciudadanía de credibilidad ante las noticias que sobre la covid se difundían por internet. Pero ha durado poco. Hay un grave problema de desjerarquización de la información. Tiene el mismo peso la información proporcionada por un medio tradicional con profesionales que la lanzada por altavoces mediáticos que suelen llegar desde los extremos políticos.
Si a esto sumamos que hay personas que se dedican a la política que no tienen ningún rubor en contar mentiras y hacer de altavoz de estos inventos, con el único fin de corroer las instituciones, encauzar el malestar colectivo y aprovechar el clima polarizado para tocar poder, las consecuencias son terribles.
La catástrofe de Valencia es el último ejemplo. Que si la dana se organizó desde radares meteorológicos, que si había un montón de muertos en un párking en el que luego no se ha descubierto ni un cadáver, que si venían filas de coches policiales para seguridad de los Reyes cuando lo que iban es a ayudar, que si el coche del presidente del Gobierno lo rompió deliberadamente alguien del PSOE, que si más de mil desaparecidos cuando solo hay 90 denuncias...
Bulos y desinformación que son mentiras y que muchos ciudadanos que ni ven informativos de televisión ni escuchan la radio, ni leen prensa seria, compran en cualquier red social. La rabia, como en Valencia, actúa como gasolina del bulo y tiene unas consecuencias muy peligrosas. Por eso la ciudadanía también es responsable y no debería alimentar esta cadena de bulos. Comprar estos mensajes, a veces apocalípticos y derrotistas, es lo que ha pasado, por ejemplo, con la victoria de Trump en EEUU. Los norteamericanos han perdonado, olvidado o incluso apreciado los insultos, condenas, amenazas, bulos y mentiras constantes del candidato ganador que, con la plataforma X a su servicio, dijo que EEUU es un contenedor de basura, y gana.
Los bulos y la desinformación representan desde hace tiempo una amenaza global para la libertad y la democracia y ya que muchos políticos no sienten esa responsabilidad, hay que pedir a los ciudadanos de este país que sean reflexivos y responsables y apliquen un poco de sentido común. En Valencia se han hecho muchas cosas mal, antes y después de la fatídica tarde del 29 de octubre. Pero es un peligro creer esa versión de que no hay Estado y lo que hay se lo podría haber llevado la riada. Las consecuencia de contar mentiras es un tralará diabólico.
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