La ‘Desilustración’

La Ilustración ha muerto. Trump la ha guillotinado. Estados Unidos nació como una república federal impulsada por las élites ilustradas, adelantándose incluso a los avances de la Revolución francesa (su constitución es de 1787). El pueblo se sumó entonces a esos ideales de libertad, igualdad y fraternidad, pero añadiendo un colofón que resumiría el «sueño americano»: pursuit of happiness. Con esa obsesión por la felicidad, el actual pueblo americano, más mestizo y multicultural que nunca y más cohesionado por ese ideal, ha otorgado su confianza a un millonario que le parece, como ellos, common people. Esa gente del montón, sin estudios universitarios, está harta de las élites tradicionales, desde los woke con carrera a las Big Pharma, pasando por el «artisteo» de Hollywood, el New York Times o los geek de Silicon Valley. Con el gobierno demócrata las cifras macroeconómicas iban bien, se implementaban medidas contra la crisis climática, las mujeres y LGTBIQ+ tenían más derechos que nunca, pero el electorado de base, el que ha votado transversalmente -todas las razas, todos los sexos- por un reaccionario, machista, delincuente, plutócrata y negacionista del consenso científico, no lo percibía así, y menos su bolsillo. Se puede argumentar, desde el púlpito moral de la izquierda, que son idiotas, «fachapobres», desinformados, manipulados por las redes..., pero van a gobernar el mundo. Algo está cambiando en Occidente y las masas están apostando por nuevas élites nada ilustradas, manipuladoras y conspiranoicas, pero que prometen asegurar el carpe diem; lo demás -apocalipsis climático, igualdad de oportunidades, ampliación de derechos, paz mundial…- queda muy lejos o va, según la rampante ola reaccionaria, contra el «orden natural del mundo» (regido por Dios, como reza el dólar). ¿Y en Europa y España? Como diría un expresidente nada ilustrado que solo leía el Marca, «pues eso, tal...».

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