Opinión | SEDIMENTOS

Juventud maravillosa

La tragedia que se abatió sobre la tierra levantina, hace ya más de dos semanas, continúa siendo fuente de muchas reflexiones, tal ha sido la inmensa magnitud de la catástrofe y los ingentes daños, cuya rehabilitación se dilatará mucho tiempo. Desde las primeras horas, horrorizados frente a imágenes extremadamente atroces, tuvimos noticia de muchos salvamentos, algunos casi milagrosos en el último instante, gracias a la labor de héroes anónimos. También numerosos ancianos, casi todos afectados de mayor o menor grado de limitación para moverse por sí mismos, pudieron llegar desde sus viviendas en la planta baja hasta pisos altos; los paladines de tales hazañas contaban en ocasiones muy corta edad.

Pero la implicación de los más jóvenes en las tareas de socorro y asistencia ha brillado con particular fulgor durante los días siguientes al fatal desastre. Su cooperación solidaria, llegada en ocasiones desde el último rincón de España, ha encendido una vigorosa llamarada de aliento, atizada por una juventud tantas veces desdeñada a decir de los mayores; acusada de egoísmo e indolencia, supuestamente negada al sacrificio, compromiso y esfuerzo... pero, en respuesta a una invocación espontánea de colaboración, el porcentaje del voluntariado cuya edad no superaba las dos décadas, niños incluso, ha sido más que notorio y ha poblado en gran medida esa imagen magnética de una marea humana desfilando por las pasarelas rumbo al lodazal, cubos y rastrillos enarbolados al hombro como armas de hermandad y compañerismo.

Les hemos contemplado ejerciendo su labor sobre un infesto barrizal. Incansables y con un guiño de empatía en el rostro. Su ejemplo trasciende y queda ahí, presto a renovarse cada vez que se precise una mano amiga, cuando de nuevo la cotidianidad se derrumbe obligándonos a tomar consciencia de nuestra vulnerabilidad.

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