Opinión | SEDIMENTOS

Desalojar la casa

La vejez implica pérdida. Vulnerabilidad. Incapacidad para valerse por uno mismo: compra, cocina, limpieza, aseo... gran parte de las prácticas cotidianas se tornan inviables para unos ancianos cada día más y más dependientes. Entonces, una sentencia indeseable, más bien maldita, se hace patente: «tendrás que ir a una residencia».

La resignación se une a un sentimiento de inmensa tristeza. Adiós a toda una vida consignada en las paredes de un hogar a punto de ser abandonado, adiós a todo un mundo de recuerdos, testimonio de instantes felices, que se desvanecerán al ritmo que impone un profundo cambio de rutina, ahora confinada en una soledad compartida en unas estancias comunes, donde los residentes son testigos del paulatino deterioro de sus compañeros hasta que un mal día desaparecen.

Desde hace tiempo, existen núcleos de convivencia donde los mayores mantienen un espacio propio privado y disponen de la atención y servicios necesarios a cargo de una entidad promotora, pero tal solución solo está al alcance de economías privilegiadas. Sin embargo, en Muñoveros, localidad segoviana de poco más de un centenar de habitantes se ha implantado una alternativa de sumo interés: los vecinos permanecen en su domicilio, en tanto que se han organizado creando un servicio de atención comunitaria autogestionado para proporcionales servicios básicos. Además de conservar su hogar, cuentan con buenos amigos que escuchan, comprenden y reciben sus confidencias, algo muy importante en esta etapa de la vida.

Puesto que todos aspiramos a hacernos viejos, confiemos en que muchas administraciones públicas tomen buena nota y proporcionen a los mayores opciones viables con la mayor calidad de vida posible sin desalojar su casa. Y que las todavía necesarias residencias se tiñan con una pátina de humanidad tan palpitante como sea factible.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents