Opinión | editorial

El PSOE se reivindica

Pedro Sánchez, reelegido ayer secretario general del PSOE con el 90% de los votos, tuvo que esforzarse en el discurso de clausura del 41º congreso federal de su partido en insuflar ánimo a los decaídos militantes socialistas, que asisten con amargura a las acusaciones de la oposición, que han situado al Gobierno en el centro de un puñado de causas judiciales, y al intento de infundir la idea de que el país va a la deriva, pese a que los datos económicos lo desmienten. El cónclave del PSOE fue convocado en septiembre con la pretensión de rearmar ideológicamente el partido, renovar el proyecto y refrendar a su líder. Pero de entonces a aquí el ambiente se ha ido enturbiando paulatinamente para los socialistas, no solo por el acoso de la derecha sino también por algunos errores propios. No se explican de otro modo la imputación de José Luis Ábalos, exministro de Transportes y exsecretario de organización del partido, o el extraño episodio entre la que fuera jefa de gabinete de Óscar López en la Moncloa y el recién dimitido secretario general de la federación madrileña, conocido a dos días de que se iniciara el congreso.

De nada de eso se habló, sin embargo, en el congreso. Ni de lo que habían previsto cuando se convocó -el reforzamiento del proyecto-, ni de los últimos acontecimientos. No, al menos, formalmente, aunque esos últimos fueron temas de conversación en los corrillos y se percibió en la actitud a la defensiva que impregnó parte de las intervenciones. No la de Sánchez, que dedicó sus dos días congresuales a contrarrestar ese abatimiento de la militancia, desplegando su entusiasmo en el trato directo con los asistentes y su poder de convicción, que mantiene casi intacto entre los suyos, en su intervención final. Desgranó los éxitos gubernamentales -«somos un modelo de éxito», les dijo-, explicó que la derecha les quiere «tumbar» porque no perdona la moción contra Rajoy, el triunfo electoral del 2019 y el Gobierno de 2023, aseguró que el PSOE es ahora referente de los socialistas europeos y añadió que él ha decidido dar un paso al frente y seguirá en las elecciones de 2027, comicios en los que les retó a ganar los ayuntamientos, las comunidades y, desde luego, las generales.

Una inyección de optimismo terapéutico, sin sombra de autocrítica, en un momento en que los socialistas necesitan recuperar la autoestima para hacer frente a una legislatura de difícil estabilidad, por la particular volatilidad de los socios de investidura y por el duro acoso de la oposición. En un momento crucial para Europa y para el mundo como el que vivimos, este país precisa de un PSOE centrado y fuerte, dispuesto a pactar políticas de Estado y alejado en lo posible de la polarización que tanto divide a la sociedad. Y necesita, claro, de reciprocidad por parte del PP. Además de un cambio de actitudes que, desgraciadamente, no es fácil que se produzcan en la política española, una recuperación de la confianza de las bases socialistas puede ayudar a tranquilizarlas y a serenar los ánimos. Incluso cuando esta mañana, al despertar del entusiasmo del congreso, se encuentren, como en el cuento de Monterroso, con que la realidad sigue ahí.

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