Opinión | SALA DE MÁQUINAS

Los Tercios

El historiador y escritor Fernando Martínez Laínez lleva muchos años y unos cuantos libros investigando las razones por las que el imperio español, en efecto, lo fue y se consolidó como tal a lo largo, sobre todo, del siglo XVI, bajo los reinados de Carlos I y Felipe II. Una de las razones de ese éxito y solidez reside, a juicio del autor, en la evolución de la infantería española hacia aquellos famosos Tercios que acreditaron fama de invencibles y que tantas batallas ganaron (Pavía, Mülhberg, San Quintín, Gravelinas, Lepanto...).

El origen de esta formación militar se remonta, según el autor de Hermanos de guerra (Espasa) a una llamada Instrucción de Génova, datada en 1536. Realmente, los Tercios acabarían germinando mediante las Ordenanzas dictadas por los Reyes Católicos durante el asedio a Granada. Al concluir esta conquista, y con ella la reconquista del solar peninsular, el ejército de los RR.CC era un heterogéneo conjunto compuesto por guardias reales (caballería), tropas de nobles y milicias locales. Pero el rápido desarrollo de las armas de fuego, la mejora de las fortificaciones y el incremento de los ejércitos europeos iban a cambiar la estrategia militar, proporcionando al ejército español unos nuevos Tercios victoriosos ya en aquella batalla de Ceriñola (1503) ganada por el Gran Capitán contra un ejército, el francés, lastrado por tácticas medievales y que sería derrotado por una más moderna infantería.

El número de hombres de cada Tercio no superaba los tres mil. Los cuatro que solían estar destinados en Flandes no llegaban, por lo general, a los seis mil soldados. Su número de compañías tampoco era fijo. Cada una constaba de los miembros que su maestre de campo era capaz de conseguir. Los mandos de cada compañía eran el capitán, el alférez y el sargento. Aquellos Tercios españoles fueron prácticamente invencibles durante siglo y medio. Su superioridad se basaba en el recambio de las ballestas por las espingardas, en la introducción de arcabuces y mosquetes, en su articulación por «compañías» y en la formación de cuadros de «piqueros» flanqueados por «mangas» de arcabuceros, combinando así la nueva potencia de fuego con la tradicional de armas blancas.

Historia de España...

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