Opinión | VIRANDO A BABOR

Celebrar la Constitución

El mundo político se ha convertido en un estercolero, en un todo vale, en un hábitat donde la especie dominante es el bulo más increíble, la manipulación constante, la falta de moral, la ausencia de pensamiento racional, el desprecio del pensamiento científico. Es el paraíso de muchos mediocres, como Feijóo, como Ayuso, que tienen éxito amparándose en profesionales que tejen redes corruptas alimentadas con dinero público, para deteriorar al adversario y alcanzar el poder sin más propósito que meter la mano en esas arcas públicas. Los auténticos antisistema, los que ponen en peligro las instituciones, el resultado electoral, y por tanto la democracia, son los que no se detienen ante nada con tal de conquistar el poder. Son los que, corruptos hasta el tuétano, proyectan sobre los demás sus propias fechorías mientras una parte del electorado concluye, ahí querían llegar, que todos son iguales. ¿Quién podía adivinar que las innovadoras tecnologías de la comunicación podían ser un arma tan poderosa para envenenar, crispar, polarizar, manipular y por tanto, influir en los resultados electorales? Desde Putin y Trump hasta múltiples actores en suelo patrio. Es fácil ponerles cara y apellidos. Son los mismos que van a Bruselas a intentar convertir a Teresa Rivera en la responsable del desastre de Valencia cuando saben de sobra que fue el irresponsable y mentiroso Mazón quien tendrá que dar cuenta en los tribunales, aunque tal y como está la justicia esto no es decir mucho. En su estrategia, no lo descarten, se incluye crear desafección, que la gente pase de la política, incluso del voto, que desertemos de los valores que refleja la Constitución, que muy pocos leen y que muchos, sentados en poltronas institucionales, incluso detestan. Celebrar el día de la Constitución implica reivindicar «el Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico, la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político».

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