Opinión | sedimentos

Humanizar el paisaje urbano

Los presumibles efectos del calentamiento global y sus funestas secuelas han motivado numerosos análisis para anticipar las condiciones imperantes en los futuros escenarios climáticos. De sus conclusiones se derivan diversas medidas de ámbito global e incluso supranacional, pero también muchas intervenciones que tienen por protagonista al paisaje urbano. Humanizarlo implica actuaciones sobre edificios, zonas verdes y red viaria, siempre teniendo como prioridad la satisfacción de las necesidades de quienes allí viven y se mueven cotidianamente, las más de las veces a pie y obligados a sortear múltiples obstáculos, sean de carácter material o generados por comportamientos indeseables. Así, en tanto que los edificios de nueva construcción se erigen teniendo en cuenta su aislamiento y suficiencia energética, merced al replanteamiento de viviendas y urbanizaciones aflora también la necesidad de incorporar otras opciones vitales, como la accesibilidad, cualidad en extremo valiosa para aquella población que sufre dificultades de movilidad, grupo en el que las personas de mayor edad suponen una fracción de mayor relevancia cada día.

«Llevas una vida de perros» –se consignaba antaño para designar una existencia paupérrima; sin embargo, hoy muchos canes subsisten bajo unas condiciones envidiables, lo que no impide que incluso un ejemplar suelto de pequeño tamaño (tanto peor si es grande), enredando entre los pies de un anciano, pueda provocar su caída, quizá con efectos realmente graves, tal como puede a su vez suscitarlo un atropello o incluso un pelotazo intempestivo. No basta, pues, el esfuerzo, normativa y gestión de la Administración a la hora de lograr la compatibilidad del entorno ciudadano para un uso común; es también precisa la colaboración decidida y respetuosa de todos quienes comparten un mismo espacio.

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