Igual no es para tanto

Si nos alejamos del Madrid de las maravillas y contemplamos con una pizca de sosiego lo que dicen que nos pasa, igual no es para tanto. La gente se va apañando al parecer con las cosas del comer, aunque las del dormir van mucho peor; no hay quien encuentre donde poner su casa por precio razonable: los alquilantes han visto la pasta y se han vuelto emprendedores, y una segunda vivienda es una renta vitalicia; y si la pones para turistas te sacas una pasta, como hacen los grandes tenedores. Los grandes tenedores no son los de comer, esos son lo tenedores pequeños, que sólo tienen un piso para alquilar. Los otros alquilan cientos de pisos y sacan dividendos bastante pingües, que decíamos antes, cuando los beneficios se dividían en pingües y normales. Bueno, pues los beneficios de los grandes tenedores son pingües, y para que lo sigan siendo necesitan que los pisos sean escasos para poder subir los precios. Según el mercado cuando hay poco de algo que quieren muchos sube el precio, como una especie de subasta, y por eso al mercado no le interesa que ningún estado haga viviendas sociales, porque entonces hay que bajar los precios y los beneficios pasan de pingües a normales, y eso ya no mola tanto.

Según sabiduría cuñadista seudoliberal a pie de barra de bar o terraza, si no hay casas para todos será porque no todos la merecen. Si te fijas sólo se quejan los de siempre, que nunca tienen bastante a la hora de reclamar derechos. Pero los derechos, hija, ya se sabe, cuestan dinero; y a ver quién pone los dineros para los derechos, sobre todo si son derechos de los demás, que eso viene a ser comunismo puro y duro si te das cuenta, oyes, y eso sí que no, que al final siempre acabamos pagando los mismos. A ver por qué tengo que pagar yo de mis impuestos los derechos a una legión de desarrapados que en cuanto los ves ya te das cuenta que no son capaces ni de organizarse la vida mínimamente. Bastante que les dejamos votar; pero es que nunca tienen bastante oyes. Y tras la reflexión se zampa la gamba rebozada mezclada con carmín húmedo del trago de caña y añade: lo que hay que hacer es votar como en los Estados Unidos y decir las cosas claras de una vez, que ya vale de tanta tontería. Además, que siempre ha habido pobres y siempre los habrá; no vamos a ser todos ricos, eso es imposible, no se ha dado nunca en ningún sitio... y acaba el discurso en un silencio masticado de gambas rebozadas, puntos suspensivos y lingotazo de caña que no precisan más explicación.

Estos personajes un tanto desmesurados parece que cunden bastante en la histeria del reino, sobre todo si nos fijamos en el cataclismómetro madrileño, que no cesa de aventurarnos desastres desde su escenario principal del Madrid de las maravillas, que sin embargo parece lucir como nunca a través del desarrollo incesante del I+D+i nacional: la hostelería. Lo radiotelevisan todas las cadenas y emisoras de la independencia informativa, esa cosa tan maravillosa que nos retransmiten sin tregua para la España provincial: todo es una catástrofe y lo seguirá siendo hasta que deje de reinar Pedro primero el grande, felón, traidor, embustero, hijo de puta, cobarde, etc. porque si sigue un mes más esto será Corea del Norte, según le han dicho que diga a su emperatriz de hojalata. Eso por la mañana, que por la tarde se hacen eco alborozados por el Madrid de la hostelería que no cesa; que no encuentras donde comer, hombre, de lo lleno que está todo.

En fin, a ver si los cruzados de la brigada brunete de la independencia judicial y de las jons ponen de una vez las cosas en su sitio. Atentos: ¿Queda alguien por imputar? ¿Seguro que habéis mirado bien? ¿No tenía un tío en América, o era una canción?

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