Opinión | FIRMA INVITADA
Unas políticas sociales con olor a naftalina
Los recursos destinados a los derechos sociales de las personas con más dificultades fueron, en palabras de la consejera Orós, unos «presupuestos contenidos»
Ya sabemos cuál es la esencia que destila el perfume de la política social de Chueca. Parecían predicciones admonitorias las que el grupo socialista hacía cuando planteábamos que la ultraderecha iba a dibujar algunas de sus propuestas en los recursos destinados a políticas sociales y, mientras tanto, la alcaldesa se preocuparía de dar una imagen jovial de una gestora de ventas más que de la responsable de la cuarta ciudad del país.
Decir que en inversión social la cifra llegaba a los cien millones y luego no ampliar la intervención directa o destinar recursos de ayudas de urgente necesidad a pagar el agujero de la contrata del autobús es hacer trampas con las necesidades de los más vulnerables. Con unos presupuestos salvados por el dopaje de los fondos europeos, no construir una alianza con las entidades sociales para colaborar e impulsar a Zaragoza como referente de lucha contra la desigualdad es un enorme fracaso que arrastraremos las próximas décadas. No contemplar un salto para renovar las propuestas de atención social es mirar con luces muy cortas. Aunque el presupuesto para las de Navidad se haya aumentado desorbitadamente. Los recursos destinados a los derechos sociales de las personas con más dificultades fueron, en palabras de la consejera Orós, unos «presupuestos contenidos». Extraña forma de confirmar que no se apuesta por derechos fundamentales porque se van a recortar. Y se lanzan torpedos contra las insignias de lo que ha sido una forma de entender esos derechos en otros momentos de la ciudad. La cooperación internacional o el fomento del tejido asociativo son dos de las grandes damnificadas, pero el desconcierto y la caída en manos de los arbitrios economicistas es todavía peor. Se compromete vertiginosamente la continuidad de las entidades sociales del tercer sector, que consolidaban la red de apoyo y solidaridad.
Algunas cosas no han cambiado mucho en la perspectiva de este segundo mandato conservador: la falta de rigor por no creerse la esencia de los servicios sociales públicos. Se siguen organizando los recursos sin planificación. Y si no se sabe dónde se va, se cae en el gravísimo error de dejar en manos de la demagogia de Vox decisiones especialmente sensibles destinadas a los colectivos vulnerables. El riesgo real es que desaparecerán sistemas consolidados en la atención de problemas como la lucha contra la pobreza o los derechos reproductivos de la mujer. Se apuesta por aumentar la financiación de programas privados y se recorta en todo lo que pueda ser entendido como de acceso universal. Aquellos programas que tienen carácter de comunidad, de crear lazos de solidaridad, son anatemas para la ultraderecha. Confunden términos como comunidad y asociacionismo. Y lo que es peor, no hay análisis ni previo ni posterior de cómo impactan las políticas públicas en la ciudad. La colaboración con el tejido social, al que solo le concedió en sus presupuestos un exiguo aumento del 0,1%, se va a convertir en el siguiente episodio del sainete. Se cerrarán las cuentas sin una hoja de ruta a medio y largo plazo. Con lo dañino que es resolver problemas a golpe de improvisación, el anterior consejero –aupado a cuitas mayores– no le dejó indicado a su sucesora cómo pensaba actualizar los servicios sociales: la conciliación, la prevención de la dependencia, el ocio y tiempo libre de la juventud, la lucha contra la desigualdad, la urgencia social o la cooperación internacional sin gobernanza desde hace un lustro, justifica inversiones más que escasas con la creación de experimentos sociales a los que llaman pilotos. Y, aunque se hayan apuntado algunos planes, la realidad es que son propuestas de papel sin destinar partidas concretas del presupuesto.
Afirmaciones del tipo «no van a estar siempre los mismos, ¿verdad?» indican la escasa capacidad de ver lo importante que es en los proyectos sociales la continuidad y perseverancia de las entidades del Tercer Sector. Proyectos que resuelven problemas cuando la mirada es transversal desaparecen de la intención de la Consejería de Políticas Sociales. Esa visión se ha abandonado porque no obtiene rédito inmediato en una foto que mañana habrá caducado. Se impone un modelo: respuesta de urgencia y proyectos «estrella», que brillen y saquen una foto simpática. Soluciones a corto plazo, con consecuencias a largo plazo. Debería ser otra la propuesta: movilizar la innovación transformadora de servicios sociales que esta ciudad necesita. Porque todos los avances conseguidos durante décadas se están evaporando en la tóxica relación PP-Vox. Facilitan que entidades antiabortistas gestionen servicios de asesoramiento a la mujer embarazada; que la mirilla enfoque a las organizaciones sociales que hacen políticas de ciudadanía y derechos culpabilizándolas de la pobreza o de la inmigración ilegal. Cercenar libertades y servicios. Convertir la prevención en anécdota y fiar a que cada cual se resuelva el problema. Servicios Sociales con olor a naftalina y a cerrado. A eso huelen.
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