Opinión | TERCERA PÁGINA

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Hace unos meses el gobierno central suprimió los premios de tauromaquia. El gobierno PP-Vox de Aragón corrió en auxilio del arte de Cúchares y sin mirar el Estatuto de Autonomía, es decir sin considerar cuál sea su competencia en esta materia, creó el Premio Nicanor Villalta, con el (dudoso) argumento de que la tauromaquia está incluida en la cultura.

Paralelamente, el mismo gobierno PP-Vox dejó sin convocar por segundo año consecutivo los premios literarios de la comunidad, instituidos para estimular a los creadores aragoneses en las tres lenguas de nuestro territorio.

El Premio Miguel Labordeta se creó en el año 2002, dirigido a estimular la creación literaria en castellano en el género de la poesía. Con él se ha distinguido, entre otros, a Mariano Anós, Pilar Benítez, Ángel Petisme, María Ángeles Morales o José Ramón Ayllón.

Por su parte, los premios literarios que fomentan la creación literaria en las dos lenguas minoritarias de Aragón (aragonés y catalán), tan necesarios por su situación de precariedad, tienen una trayectoria más larga, proceden de los años ochenta del siglo pasado, casi 40 años. El primer premio Arnal Cavero fue otorgado en 1988 y con él han sido galardonados escritores y escritoras de todas las variedades dialectales del aragonés y del aragonés literario común, como Eduardo Vicente de Vera, Chusé Inazio Nabarro, Cleto Torrodellas, Chuana Coscujuela, Carmen Castán, José Antonio Saura o José Solana, entre otros, habiéndose constituido en el más valorado galardón en nuestra lengua autóctona. El premio Guillén Nicolau, para textos en catalán de Aragón, inició su andadura en 1993 y con él han sido premiados autores y autoras como Hèctor Moret, Susanna Barquín, Carles Terés, Susana Antolí, Merxe Llop o Mario Sasot.

Las lenguas y modalidades lingüísticas propias de Aragón son una de las competencias exclusivas de la comunidad autónoma a las que nuestro Gobierno debe prestar especial atención. En el presupuesto de 2024 el gobierno PP-Vox, con la ayuda de PAR y Teruel Existe, destinó cero euros, nada, a su promoción y difusión, pese a que la ley vigente, aprobada con los votos de PP y PAR en 2013, dice textualmente en su Disposición adicional cuarta: «El Gobierno de Aragón consignará las partidas presupuestarias necesarias para la puesta en marcha de la presente Ley». Ley incumplida, por tanto. Mientras, las escuelas taurinas disfrutaban de una partida económica para su desarrollo.

Tampoco se convocaron los premios honoríficos Desideri Lombarte y Chuana Coscujuela, ni los premios artísticos Antonio Artero (vídeo) y Braulio Foz (cómic).

La sala de la Corona del Edificio Pignatelli, el espacio más emblemático de la Diputación General de Aragón, donde se celebran los actos más solemnes como la toma de posesión del propio gobierno, se convirtió por unas horas en un trampantojo de una plaza de toros, una pantomima a la altura de una alcaldesa cabalgando a lomos de un dragón imaginario y encontrando puentes romanos donde no los hay. Un millón de luces (y de euros), privatización del espacio público, cultura arrumbada... Esperemos que esto no se convierta en la historia interminable.

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