Opinión | EL ARTÍCULO DEL DÍA

Maniobras de confusión que debilitan la democracia

Cuando el relato y los intereses especulativo-estratégicos se imponen a las personas, el futuro se tiñe de negro

Si todos los actores que intervienen en la vida pública de nuestro país defienden sus intereses por encima del interés general, incluso a sus «presuntos», que después se convierten en delincuentes, el ciudadano de a pie va a desconfiar más y más de una clase política, económica y empresarial que parece que va a lo suyo utilizando todo que tienen a mano, para aumentar su poder e influencia. El economista Jordi Alberich, en un artículo publicado en este medio hace ya unos años decía: «A partir de los años 90, el empresario comprometido con su empresa se vio sustituido, no en pocos casos, por el accionista financiero sin vínculo afectivo con la compañía y con una sola vocación, la de generar una plusvalía importante lo antes posible». A ello se suman, ya no solo pseudomedios, sino grupos de comunicación serios, que están creando un ambiente de confusión tal que parece que se han convertido en correas de transmisión de intereses políticos, económicos y empresariales en vez de servir a los ciudadanos con una información veraz y contrastada. No es de extrañar por ello que aunque los ciudadanos se sientan solidarios, responsables, empáticos y respetuosos lleguen al hartazgo, desconfíen del sistema y que incluso se pueda plantear la insumisión civil.

En este ambiente, siguen sonando «no ecos de la corrupción», sino realidades de «el caso tal o cual» que aparecen en titulares con protagonistas de la época que todavía se sientan en los banquillos, muchos de ellos responsables públicos que hicieron de la corrupción una caja de resonancia tan potente que les fue imposible ocultar sus desmanes. Algunos llegan a los juzgados con arrogancia y el respaldo de compañeros, algunos superiores suyos, que habiéndose librado de la justicia sin saber por qué siguen dando lecciones de dignidad y se atreven a pedir dimisiones a otros cuando ellos, en la misma situación, taparon todas las vergüenzas que su poder les permitía.

Por responsabilidad y coherencia, un cargo público no debería exigir nunca a otro de otro partido algo que él no ha sido capaz de realizar cuando ha vivido una situación semejante y tampoco descalificar e insultar al adversario político, nunca enemigo, con el que debe negociar para sacar adelante acuerdos de interés general.

Lo cierto es que no aprendemos y día a día siguen apareciendo casos de sinvergüenzas que en los entornos del poder hacen negocios sucios saltándose los más elementales principios de respeto a la legalidad. Esto genera una sensación de impunidad y, lo que es peor, que todo es susceptible de empeorar a la vista de la poca calidad democrática de algunos de nuestros representantes públicos y de los intereses cruzados de aquellos que desde sectores económicos y empresariales buscan su beneficio por encima de cualquier circunstancia.

Visto lo visto, parece que nuestra clase política, económica y empresarial no entiende bien lo que significa Democracia. No se puede conseguir nada para nadie si cada uno va a las negociaciones con sus políticas de máximos y sin ninguna intención de ceder. Por ello y partiendo de la base de que estamos en una sociedad plural, deben comprender que, incluso teniendo mayorías absolutas, es exigible la atención al bien general con respeto a las minorías. ¿De qué sirve que se genere muchísima riqueza en nuestro país si los beneficios se quedan en cuatro manos? ¿Qué sentimiento puede tener un ciudadano que ve que aquellos que más se benefician del sistema se niegan a contribuir a la cesta común e incluso se permiten amenazar con deslocalizaciones empresariales hacia otros países? Dónde estamos, ¿en la dictadura del miedo?

No sé si de dan cuenta que el poder de representación que les otorgamos los ciudadanos es para que solucionen los problemas de nuestro día a día. No nos sirve de nada que se carguen de «argumentarios» para echar en cara a los contrarios la porquería que tienen bajo las alfombras. Necesitamos que lleguen a acuerdos para que bajo las alfombras no haya más que polvo, que utilicen el Parlamento no para insultarse sino para solucionar los problemas de los españoles, que hagan una democracia más fuerte en la que no tengan cabida los sinvergüenzas que estamos viendo que aprovechan cualquier rendija para hacerse de oro o cubrirse de privilegios. Necesitamos salarios justos y una fiscalidad ajustada y progresiva que impida que el sufrido ciudadano se las vea y se las desee para llegar a fin de mes. Necesitamos que el médico le atienda en un tiempo justo y que sus hijos tengan centros educativos que sirvan para formarse en esta realidad circundante que nos envuelve. Estamos en un Estado social y democrático de derecho. Cumplámoslo y hagámoslo cumplir.

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