Opinión | editorial
Junts: votaciones y aspavientos
Carles Puigdemont está descontento con Pedro Sánchez porque considera que ninguno de los compromisos que asumió para lograr su investidura se han cumplido. El uso oficial del catalán en las instituciones de la Unión Europea, a pesar de los esfuerzos del ministro José Manuel Albares, sigue encallado y sin visos de prosperar, la amnistía no se está aplicando en su integridad por la negativa de parte del poder judicial a hacerlo, siendo además el propio Puigdemont uno de los damnificados, tampoco se ha avanzado en el traspaso de las competencias de inmigración a Cataluña y el nuevo modelo de financiación singular no solo no se ha aprobado sino que ni siquiera se ha concretado, aunque el secretario general del PSOE sí ha asumido el desgaste que supone defenderlo entre parte de sus filas. Junts quería cobrar por anticipado su apoyo al PSOE y hasta ahora ni siquiera está conseguido cobrar en diferido. No es de extrañar, en consecuencia, que a las puertas de la negociación de los presupuestos generales del Estado haya querido mostrar de forma ostentosa su malestar.
Pero, entre otras cosas, lo que sí resulta sorprendente es que lo haya hecho por medio del registro de una proposición no de ley en el Congreso de los Diputados, una vía sin recorrido reglamentario ni legal y que no pasará de la Mesa de la cámara, que insta a Sánchez a someterse a una cuestión de confianza. Este no es un instrumento de la oposición sino un recurso que está exclusivamente en manos del presidente del Gobierno y es él quien decide sin interferencia ajena si se somete al escrutinio de la cámara. En ningún caso corresponde a la oposición proponerlo, ni por la vía de una proposición no de ley ni por ninguna otra, porque la oposición en los sistemas parlamentarios ya cuenta con otro instrumento que le es propio para reprobar a la cabeza del Ejecutivo, la moción de censura, que en España requiere para su presentación el apoyo de al menos una décima parte del Congreso de los Diputados y la presentación de un candidato alternativo.
La escenificación de Puigdemont con una demanda para la que Junts no está legitimado no es más que un brindis al sol destinado a hacer un ruido estéril y totalmente innecesario cuando su partido cuenta con los votos suficientes para forjar mayorías alternativas que no tienen por qué implicar un cambio de gobierno pero sí que pueden servir para recordarle a Sánchez su debilidad y aprobar en su contra iniciativas que resulten del agrado de Junts. Y eso es justamente lo que ha sucedido con la suspensión del impuesto a las eléctricas que previsiblemente va a prosperar gracias a la confluencia de intereses con el PP, el PNV y también ERC. Una seria advertencia al PSOE de que Junts está dispuesta a condicionar la estabilidad gubernamental y de que su voto solo se decantará a favor de lo que consideran que es favorable para los intereses de los catalanes. La formación independentista se ha apresurado a afirmar que pese a ello, y pese a que Sánchez no se va a someter a la cuestión de confianza, los puentes con los socialistas no están rotos, y ha querido desvincular ambas decisiones de la negociación de los Presupuestos Generales del Estado. Lo cierto es que ha quedado demostrado que sus siete votos valen más que cualquier aspaviento inútil, y que debería utilizarlos con responsabilidad.
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