Opinión | SALA DE MÁQUINAS

Un inquietante colibrí

A las novelas negras –a todas, sin excepción– suele sentarles muy bien una referencia a la realidad. Les proporciona un aire de naturalismo, un factor testimonial, auténtico, que las hace más veraces o, cuando menos, más verosímiles a los ojos de los lectores. Son éstas características del llamado true crime, corriente narrativa tan en boga como mal designada con innecesario anglicismo.

El cimiento real de El aleteo del colibrí (Libros del Gato Negro), la nueva novela de la autora aragonesa Leticia Crespo, se remonta a los asesinatos de 1992 de dos jóvenes mujeres zaragozanas. En una primera investigación, aquellos crímenes, coincidentes en su escena y modus operandi, quedaron impunes, pero hacia 2018 las nuevas tecnologías forenses permitieron atribuirlos a un oficial de la Base norteamericana, individuo que ya había fallecido por entonces, por lo que no se le pudo imputar ni juzgar.

Sobre esa raíz, Leticia Crespo eleva un árbol argumental lleno de savia renovadora de una novela negra que, como género, se le viene dando muy bien. La autora trabaja con inspiración los personajes, principal piedra de toque de cualquier trama novelística. En especial, el papel de la protagonista, la inspectora de la Policía Nacional Gemma Cuerda, cuya misión, en la ficción, consistirá en enfrentarse a un nuevo crimen que, en su ejecución, por las pistas «fetichistas» de la escena, recuerda a aquellos terribles asesinatos de 1992. La inspectora se enfrentará al reto con mucho valor –al menos un asesino anda suelto por las calles de Zaragoza y enfrentarse a él podría entrañar peligro de muerte–. Lo hace con conocimiento de causa, dominio del oficio y del medio, y con ese «sexto sentido» que distingue a los buenos investigadores y les permite llegar al desenlace del caso en condiciones de desenmascarar al culpable.

No será, ni mucho menos, tarea fácil. De ahí lo trepidante, lo interesante de una trama que absorbe la atención del lector y lo impulsa página a página hacia una cascada de emociones. Bien «decoradas», por cuanto la «atmósfera» de la novela, esa Zaragoza de Leticia Crespo descrita en clave de género negro, es más que apropiada para conferir a El aleteo del colibrí tensión, realismo y belleza.

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