Opinión | el artículo del día

Cuando un pueblo se muere

Hace muchos años que leí La lluvia amarilla y la he releído varias veces más. Para mí fue una lectura que me cautivó, me produjo emociones profundas. Su narración poética y su estilo literario me parecen de una gran belleza. El día 7 de diciembre volví a recordar este libro de Julio Llamazares en el que se narra el monólogo del último habitante de Anielle, un pueblo abandonado del Pirineo aragonés. Lo he recordado porque este día, un grupo de personas, alentados desde el Colectivo Social Valdejalón (Cosoval) visitamos Villanueva de Jalón, un pueblo abandonado.

Los sentimientos que vivimos un grupo de unas cuarenta personas fueron muy sustanciosos para todos. Iniciamos un recorrido cuya ruta consistía en una caminata desde el pueblo de Purroy hasta Villanueva de Jalón, mejor dicho, hasta sus ruinas que están casi sepultadas en un monte desde donde se pueden apreciar unas vistas maravillosas. Caminos y senderos bordeando el río Jalón, fauna y flora diversa, campos de cultivo y estratificaciones rocosas... esa era la vista que nos iba alegrando el día. Conforme nos íbamos acercando, subiendo y casi gateando el escarpado cerro donde está el pueblo, nuestros corazones se iban encogiendo, unas casas medio derruidas, otras casi enterradas en sus escombros, hierbas espontáneas entre los edificios, sobre todo ortigas, con un verdor intenso. En medio de este caos pudimos apreciar la torre mudéjar de la Iglesia, que da muestras evidentes de su posible derrumbamiento si no se adopta una intervención urgente. Que las administraciones públicas competentes y los políticos responsables tomen nota de este bien patrimonial que no puede abandonarse.

La contemplación de este pueblo derruido me causó una gran impresión. Me acordé de aquella canción, una sevillana que dice: algo se muere en el alma cuando un amigo se va. Y yo me preguntaba: ¿qué se ha muerto en el alma de las personas que habitaron Villanueva de Jalón? ¿qué huella indeleble queda en las casas, en la escuela, en la iglesia o en la plaza del pueblo? El misterio de un pueblo abandonado y derruido está inscrito en la confrontación de dos realidades: la vida y la muerte. Por eso, nuestra visita estuvo centrada en la actualización de la memoria de un pueblo y de unas gentes que vivieron en un lugar y en una época que les identificó no solo como pobladores, sino también como unos seres cuyas almas estuvieron insertadas en un contexto físico y social que les marcó sus vidas para siempre.

Desde Cosoval nos propusimos visibilizar este pueblo abandonado a través de esta visita, en la que realizamos dos actos simbólicos: la plantación de un ceremeño, un árbol típico de esta tierra, y la puesta de un Belén, aprovechando la cercanía de las navidades. Por ello, desde este Colectivo Social Valdejalón, entidad social a la que pertenezco y en la que estoy involucrado, trabajamos estrategias de interrelación entre asociaciones de los diversos municipios, con el objetivo de conocernos, analizar nuestras realidades y realizar acciones de sensibilización capaces de potenciar un asociacionismo activo y fecundo, que tenga la capacidad de cooperar con las administraciones locales más próximas como son los ayuntamientos, las comarcas y las diputaciones provinciales, favoreciendo así la colaboración mutua. Nuestros objetivos se centran en la dinamización y el desarrollo del tejido social de los pueblos rurales. El asociacionismo rural es la fuente de participación social en los municipios; su dinamización y sus acciones sociales, culturales y educativas contribuyen a la cohesión social y al desarrollo rural. Una humilde asociación en un pueblo rural pequeño es el mejor antídoto contra el desánimo y la rutina. El devenir de los días, sobre todo en invierno, se hacen más llevaderos cuando en el municipio se ofrecen posibilidades de encuentro social.

Está demostrado que el declive social de un pueblo se acelera por la escasez de familias con niños para poder mantener la escuela abierta. Cuando una escuela se cierra, comienza la agonía social. De igual modo, cuando los mayores del pueblo se van muriendo, se va produciendo el último desaliento. Me contaba Luisa Marín, coordinadora de esta visita a Villanueva de Jalón, que en Purroy, donde ella vive, quedaban cuatro ancianos que tenían la costumbre de jugar todos los días a las cartas, cuando se murió uno de ellos, los demás expresaban con tristeza que ya no podían echar la partida de guiñote. Así van agonizando muchos pueblos. Muchas cosas se mueren cuando un pueblo se muere.

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