Opinión | el artículo del día

El grouchismo

El histrionismo no es propio de esta tierra, donde la relación con los gobiernos de uno y otro color en Madrid ha estado siempre marcada por acuerdos

Ahora resulta que los problemas que tiene el presidente Azcón para presentar los presupuestos de la Comunidad Autónoma no son por el rechazo de Vox a apoyarlos en todas las comunidades autónomas donde necesitan sus votos, sino por no tener garantizadas las aportaciones de 87 millones de euros del Estado central provenientes de los fondos de compensación.

Estos fondos son partidas presupuestarias de la Administración, donde las autonomías que se vean perjudicadas o beneficiadas por las transferencias recibidas las ajusten. En este caso, Aragón tiene un crecimiento poblacional por debajo de la media del país, lo cual le perjudica y hace que estas cantidades estén cuestionadas. Sin duda hay argumentos para defenderlos, la dispersión territorial y el vacío poblacional son situaciones objetivas que incrementan el gasto de los servicios públicos que se prestan.

Lo paradójico es que, ante una situación como esta, que el propio presidente autonómico lo plantea como imprescindible para hacer una ley de presupuestos, cuando el diputado aragonés por Sumar presentó una PNL preguntándole al Gobierno por este asunto, fue el portavoz del PP quien rechazó cederle el turno, haciendo que la interpelación no pueda producirse hasta después de Navidad, es decir en febrero.

Estoy convencido que no habrá merma en las transferencias, es un tema negociable, a pesar de las dificultades jurídicas para su encaje. Eso lo sabe Jorge Azcón. Pero, como siempre, lo más importante no es arremangarse ante el problema y buscar alternativas; para él, lo más fácil es confrontar, saltarse el Pignatelli y dar un manotazo al Gobierno de Madrid. Buscar otro chivo expiatorio, no vaya a ser que los «compas» de la extrema derecha se molesten.

La obsesión por trasladar siempre sus problemas a Madrid me recuerda las descalificaciones que Carlos Tavares, hoy exdirector ejecutivo de Stellantis, hizo de forma reiterada contra el Gobierno de España y Pedro Sánchez en particular, a finales de marzo del 2022 por no adjudicarle los primeros Pertes para una gigafactoría de baterías. Pues bien, el pasado día 25 de noviembre, se deshacía en halagos por las aportaciones a ese grupo empresarial de 357,8 millones de euros a través de los distintos Pertes, para construir un proyecto milmillonario con el grupo chino CATL, cinco días antes de ser ¿destituido?, tras haber hecho un erte a 4.200 trabajadores de Figueruelas con 35 días para el próximo año y hacer unas declaraciones poco afortunadas, pero muy premonitorias. «La competencia de las fábricas de Stellantis está en el Sur, es decir en Marruecos», donde la producción se ha doblado en los dos últimos años.

Cada día entiendo menos esta forma de hacer política al estilo de Groucho Marx. «La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados».

Tenemos un presidente en Aragón que no afronta los problemas de gobernanza, como mucho los enuncia, pero ahí se queda, además, maniatado por la extrema derecha da la sensación que Vox manda y el PP obedece. El histrionismo no es propio de esta tierra, donde la relación con los gobiernos de uno y otro color en Madrid ha estado siempre marcada por acuerdos, respeto, críticas, movilizaciones (ahí están las realizadas contra el trasvase del Ebro propuesto por Aznar, o por la ampliación del estatuto de autonomía), sabiendo siempre que nuestro escaso peso demográfico lo debemos enmendar con la buena gestión, el talento y el talante aragonés.

Tenemos necesidad de infinidad de acuerdos para preservar nuestra industria del auto, sabíamos que el gobierno de España llevaba muchos meses detrás del acuerdo Stellantis/CATL, necesitamos mejorar nuestras comunicaciones con Europa y con otras comunidades, faltan infraestructuras hídricas por concluir, desarrollar el estatuto de autonomía aprobado en el año 2007, ampliar nuestra población, garantizar la migración, mejorar nuestra calidad de vida, desarrollar y garantizar los servicios públicos en todo el territorio, luchar contra el cambio climático y los efectos en nuestra vida. ¿Dando zapatazos las veinticuatro horas del día contra todo lo que se mueve en Madrid es la mejor manera?

Me gustaría que la concepción de la política de nuestros gobernantes aragoneses se pareciese más a la definición que de ella hace Daniel Innerarity, «la política es lo que hacemos cuando hemos acabado de calcular y sigue sin estar claro lo que hay que hacer».

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