Opinión | el artículo del día

Desconcierto alemán

La actual República Federal de Alemania está formada por un distrito federal, el de la capital Berlín, más dos grupos de estados de las antiguas repúblicas, diez de la occidental y cinco de la oriental. Su nacimiento es muy reciente, del 3 de octubre de 1990, siendo su pasado muy convulso y con fronteras poco estables.

Algunas personas, entre las que me encuentro, sitúan al Tercer Reich, con Adolf Hitler a la cabeza, en uno de los mayores enigmas de la humanidad. Aunque seamos conocedores de la historia y del proceso que llevó a la Segunda Guerra Mundial, nos sigue pareciendo incomprensible que millones de alemanes aupasen democráticamente a aquel loco al gobierno, así como su aceptación sumisa de las políticas genocidas del cabo austríaco.

Tras el fin de la guerra comenzó la reconstrucción, una más, de Alemania. Con una enorme ayuda occidental, estadounidense sobre todo, el país trató de ir olvidando el reciente pasado y planificando su futuro. La firma del tratado sobre el carbón y el acero fue el origen de la Comunidad Económica Europea (hoy Unión Europea) y en su origen estuvo la voluntad de dos países, Francia y Alemania, de superar el pasado de odios y guerras.

Hoy los dos gigantes europeos están en crisis y en uno de ellos, Alemania, se dan unas circunstancias que me llevan a escribir este artículo. Los cinco estados de la antigua República Democrática están experimentando un aumento notable en el voto a la ultraderecha. En dos de ellos, Turingia y Sajonia, ya son la primera y segunda fuerza, aunque no haya conseguido hacerse con el gobierno en ninguna de ellas. A muchos analistas les sorprende que en zonas donde estuvo en el gobierno el Partido Comunista bajo la total protección de la URSS, hoy sus ciudadanos se hayan desplazado hacia el otro extremo. Parecería razonable que una vez abrazada la democracia en su integración en una única Alemania, los votantes se asemejaran a los de la anterior RFA, con dos partidos muy potentes, socialdemócrata y democristiano, que han asegurado durante años la imprescindible estabilidad.

Confieso que me cuesta entender los resultados electorales en Alemania, con espectacular crecimiento de la extrema derecha, pero me resulta imposible un análisis racional sobre lo que ocurre en el oriente alemán. ¿Cómo es posible?

Hace unos días encontré una respuesta. Según escritores que nacieron o viven en esa zona, la razón está en las expectativas. Según explican, su nivel de vida ha subido notablemente respecto al que tenían en la RDA, hay trabajo y en unas condiciones mucho más dignas de las que tenían antes. Pueden viajar, sus hijos estudian, pero no están satisfechos. ¿La razón? Que esperaban más. Sus expectativas sobre la unión con la antigua RFA eran muy superiores a lo que ha resultado, lo que les lleva a un enorme enfado y, en consecuencia, se entregan en brazos de la ultraderecha que les promete ese futuro con el que soñaron. Estos escritores afirman que es así, y yo estoy por convencerme de que sí, de eso se trata, de soñar.

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